jueves, 8 de noviembre de 2007

Vals y tecno duro.

Te voy a soltar un pequeño rollo, así que si no quieres pensar, para ahora. Si no es así, atente a lo que llegue...


Hace un par de años leí algo en el periódico que me hizo reflexionar sobre la forma en la que está evolucionando la sociedad a medida que avanzamos también tecnológicamente.


No recuerdo quién era la persona que lo comentaba, ni exactamente lo que decía, pero la esencia del razonamiento era que existe un desajuste muy grande entre la evolución de los aspectos humanistas con respecto a los avances tecnológicos.


La verdad es que hasta que leí aquello nunca me lo había planteado así, pero es una idea muy poderosa que da para muchas perspectivas de análisis.


En cierta forma, el aspecto humano de esa evolución baila con el aspecto tecnológico, y hasta el siglo XIX, ese baile estaba razonablemente acompasado. Durante la revolución industrial, con el nacimiento y avance de los diferentes movimientos sociales en busca de la mejor forma de convivir en la nueva sociedad recién estrenada, todavía el hombre fue capaz de manejar ese avance.


Pero desde comienzos del siglo XX nos venimos enfrentando a una revolución tecnológica que nos está dejando muy atrás. Surgen constantemente avances que deberían hacernos replantear muchas cosas, pero el hombre sigue estancado en formas de vida, pensamientos, filosofías y leyes que se van quedando obsoletas.





El problema de esta temprana caducidad es que, como sociedad, no somos capaces de manejar los cambios, y eso provoca la frustración de los individuos ante un sistema que hace aguas por sus fallos. Esa sociedad es cada vez más grande, por lo que cada vez es más difícil llegar a acuerdos de convivencia, mientras que los cambios son cada vez más rápidos. Y la propia falla del sistema se retroalimenta irremediablemente.



La única solución radica en la educación de la sociedad en normas de autoregulación, de forma que cada persona aprenda a adecuar su comportamiento a los cambios de forma natural, y consiguiendo que las normas evolucionen tan rápidamente como sea necesario.

Pero lo cierto es que se trata de una solución utópica. Y en cambio, lo más probable es que avancemos hacia la soledad de las personas rodeadas de su tecnología, perdiendo el respeto hacia los otros por pura falta de práctica en las relaciones sociales.

No quiero extenderme más (ya es demasiado espeso para un blog), que cada uno saque sus conclusiones sobre lo acertado o errado de lo que digo. Aprendamos a bailar, los pasos básicos, y después ya será más sencillo lanzarnos con los bailes rápidos. Pero aprendamos a bailar...

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