Sí, ya sé que llevo unos días esquivo y que no mantengo un buen ritmo de publicación. Pero es que últimamente mi vida ha entrado en un ritmo un pelín alto, y me cuesta encontrar tiempo para ponerme a escribir, aunque haya muchos temas que me apetezca comentar. Y el tiempo libre que he encontrado lo he dedicado a salir de Madrid e irme de fin de semana de esquí, con lo que ni siquiera tengo socorridas películas que comentar...
Pero voy a aprovechar las fotos de la escapada para hacer algo de bulto en el blog y que no os olvidéis del todo de mí. Más que nada porque no sé cuando recuperaré un ritmo de vida más relajado que me permita escribir más, y tengo que tirar de cualquier excusita para colocaros algo.
Prometo escribir algo más largo y pensado en los próximos días, seguramente el jueves, durante el descanso que tendré con lo del día del padre. Por ahora, ahí tenéis estas fotos tan blancas. Son una pequeña muestra, pero os recomiendo muy encarecidamente que entréis en el álbum de Picasa y veáis las panorámicas que he compuesto, porque son espectaculares.
Para alguien que ha vivido toda su vida en Madrid y que, aunque haya viajado un poquito y haya podido ver escenas nevadas mucho más impresionantes que las de este pasado fin de semana, no está ni mucho menos acostumbrado a la nieve, encontrar que hoy aun quedan praderas de orientación norte totalmente cuajadas de blanco es algo infantilmente ilusionante.
El viernes, en el apogeo de la tormenta, podía verse a personas vestidas de traje saliendo de la Torre Picasso para juntar unos cuantos puñados de nieve en sus manos y arrojárselos juguetones a sus compañeros de trabajo. Volviendo a casa para comer, vi a maduros aparcacoches de aspecto habitualmente avinagrado, trabajar concienzudamente en equipo en el montaje de un modesto hombrecillo de nieve, a las puertas de uno de los bingos más lujosos de Madrid. Y en la parte central de la Castellana, donde el goteo de coches es continuo hasta con los semáforos en rojo, hubo momentos en los que la nieve llegó a cuajar en la propia calzada, en las zonas entre carriles, dándole a la calle una extraña apariencia entre cebra y avenida moscovita que jamás había visto antes.
Y yo miro esa nieve aun sin derretir y la piso como si fuese un niño, y me regodeo en la idea de que vuelva a nevar y todo vuelva a ser tan blanco y limpio...
El domingo, después de jugar un congelado partido amanecido a las 9 de la mañana, me fui a hacer fotos, de aquí para allá en el coche, resbalando con mis suelas casi lisas en las placas de hielo peleonas de algún parque albino. Y aquí os dejo algunas de esas fotos, para que os deleitéis conmigo con lo preciosa que hace la nieve en determinados paisajes (aunque alguna me la reservo para próximas entregas fotográficas).
Sé que mucha gente lo pasó mal, que hubo un montón de golpes, de caídas, de pequeños accidentes. Por no hablar de los que se vieron atrapados en el exceso de tráfico rodado o la ausencia del tráfico aéreo. Pero no puedo evitar desear que vuelva a nevar así, de esa forma salvaje que no conocía en Madrid, formando un tapiz esponjoso tan limpio sobre el suelo gris de la ciudad. Y volver a ser un niño con un motivo tan tonto...
Como ya comenté por aquí, el año pasado estuve unos días en Berlín, disfrutando de una ciudad que me parece maravillosa y llenándome de conocimientos maravillosos sobre la ciudad, sus museos, su historia. Fue un viaje increíble que prometo repetir.
Una de las cosas más visitadas y recordadas de Berlín es, incuestionablemente, el muro, esa franja de pared que separó el Berlín liberado de la Alemania Oriental que lo rodeaba. Y ese muro cayó en 1989, historia que podéis leer con mayor interés en la Wikipedia.
Pero hay otros muros que van cayendo día a día. Muros de los que solo aquellos que hayan corrido algún maratón saben de verdad, y que están tanto en nuestra cabeza como en nuestras piernas. Muros como el que derribó el pasado 28 de septiembre Haile Gebrselassie, al batir el récord del mundo de la distancia (42.195 metros), dejándolo en 2:03:58; también en Berlín, como si fuera una señal. Un tiempo que es algo así como una salvajada...
Hace unos años decidí, junto con un compañero de un equipo de fútbol sala en el que jugaba, hacer un maratón. Nos preparamos durante unos meses, y ambos conseguimos completarlo, si bien en tiempos muchísimo más discretos. Y aunque por aquel entonces yo ya conocía el concepto de "el muro" relacionado con el maratón, la verdad es que pude descubrir por mi mismo exactamente a que se refería.
Se conoce como el muro al punto kilométrico 30 del maratón. Bueno, más que al punto físico, a todo lo que se siente en él, lo que implica. Es un momento crítico, porque es un punto en el que la distancia que resta es todavía muy larga, pero el cansancio acumulado hace una mella muy importante. Y es el muro porque, si estás sufriendo mucho y no estás bien preparado mentalmente, se transforma en un obstáculo insuperable. La retirada es casi segura. Si alguno de vosotros ha participado en maratones o ha hecho carrera de larga distancia, sabrá a que me refiero. Hay momentos cuando uno sale a correr en que, si te puede el cansancio, hechas espuma por la boca y sientes que te vas a morir en el esfuerzo. Bueno, pues cuando uno es un corredor aficionado sin mucha preparación, esos momentos llegan seguro a lo largo de un maratón, es una distancia muy larga. Y solo si estás muy convencido de terminar la carrera consigues atravesar el muro.
En mi caso, mi complexión física no es muy propicia para el maratón. No soy muy alto, y no estoy gordo, pero tengo piernas muy fuertes, bastante recias después de muchos años de deporte y con una genética que ha hecho que mis gemelos sean especialmente rotundos. Para que os hagáis una idea, ahora que me acerco poco a poco a los 80 kilos, y midiendo algo más de 1,70, mantengo una apariencia bastante delgada. Pero, para correr larga distancia, mucha musculatura es sinónimo de gasto de energía, y gasto de energía es agotamiento. Cuanto más ligero seas, mejor. Y si encima eres espigado, más mejor aun.
Aquel maratón yo cumplí la media maratón marcando casi como un reloj el ritmo al que nos habíamos entrenado. Lento, pausado, destinado a terminar la carrera más que a terminar con nosotros. Pero a medida que me aproximaba al kilómetro 30 mis piernas iban agotándose, y mi cuerpo me decía que algo iba mal. Y nada más cruzarlo tuve que pararme y decir adiós a mi compañero, porque estaban empezando a subírseme los músculos de las piernas. Como cada 5 km había un puesto de atención y masaje, entré para que me relajaran las piernas e intentar así acabar la carrera, pero fue un error. Me enfrié, y para cuando salí, donde antes solo se me estaban montando algunas zonas del cuádriceps, ahora toda la pierna me decía que parara. Y tras un par de kilómetros más corriendo, tuve que empezar a andar, renqueante.
He de agradecer que había llevado una preparación psicológica bastante buena junto con mi amigo, y estábamos muy convencidos y decididos a completar el maratón, porque sino llega a ser por eso, me hubiese retirado. Los meses juntos imponiéndonos la disciplina del entrenamiento y conjurándonos para acabar nos habían forjado a fuego en la cabeza la vista de la meta . Y por eso no me rendí. Y derribé el muro combinando pequeñas carreras en las que cada vez se me montaba un músculo diferente, y largos paseos en los que la musculatura se me relajaba lo suficiente como para seguir corriendo. Al final terminé la carrera media hora después que mi amigo, pero con la satisfacción de haber hecho el último kilómetro a tope, olvidándome de mis dolores, para poder decir que había llegado a Neptuno corriendo.
Cuando hace dos meses Gebrselassie batió su récord, no pude evitar maravillarme, pues ese récord implica hacer cada kilómetro a un ritmo de 2:56 minutos, lo cual es tremendo (probad a correr a toda velocidad un solo kilómetro, a ver cuantos sois capaces de hacer esa marca. Y luego imaginaos haciéndolo 42,195 veces seguidas...).
Y tampoco pude evitar recordarlo todo de nuevo. Viviéndola, fue una experiencia terrible. Pero hoy lo recuerdo como algo muy positivo, de lo que aprendí mucho: cosas que te cuenta el sudor y el esfuerzo y en las que no siempre caes. Así que después de ese récord, y aunque llegue con retraso, este post era casi casi obligatorio.
Con lo cerquita que estamos de que George Bush deje de ser presidente de los EEUU, y después de haber pasado unos días en Roma, no puedo evitar pensar en la figura del Imperio.
Lo cierto es que el Imperio Romano y el esplendor de su cultura debió ser la leche. Como dijo un amigo mío estando allí, para un tipo que llegara Roma desde una provincia alejada, la capital del imperio debía resultar un espectáculo impresionante e intimidador. Su fuerza y su grandeza debía ser muy palpable. Algo fascinante, sí, pero hoy también es una prueba aterradora de que incluso lo más grande puede desmoronarse. Y con los ejemplos que nos ha estado dando el mundo de la economía en el último mes y medio, pensar que EEUU pueda dejar de ser la potencia mundial hegemónica en unos próximos años deja de ser una idea descabellada. Porque no está tan claro que vayan a poder usar la fuerza militar siempre (¿hasta que punto lo tolerarían sus ciudadanos, sin peligros evidentes, en un mundo cada vez más globalizado?), y porque puede ser que, poco a poco, su fuerza económica se vaya viendo mermada.
Ahora bien, hoy por hoy, como la famosa ranchera de José Alfredo Jiménez, sigue siendo el rey. Yo soy de los que espero que Obama gane las elecciones y traiga una nueva forma de entenderse con el mundo que facilite la inevitable e indispensable coexistencia. Aunque tampoco me hago unas ilusiones locas. Y también soy de los que se sonríen por la lúcida inocencia de los que dicen que, en ese tipo de elecciones, deberíamos votar todos los habitantes del mundo, pues a fin de cuentas quien las gane nos controlará a todos.
Pero por ahora me tengo que quedar con algo de lo que también me hizo darme cuenta un amigo en mi último viaje: si antes todos los caminos llevaban a Roma, hoy en día en Roma todos los caminos llevan a un McDonalds. Queda claro done está todavía el verdadero imperio...
Pues me voy a dejar de tantos misterios con mi último viaje y la boda de mis amigos y os voy a contar un poquito como fue mi experiencia en Roma, que allí es a donde me llevaron mis pasos y sus esponsales. Y lo voy a hacer en dos posts, contradiciendo los hábitos ya reproducidos en otros viajes que se centraban en uno exclusivamente de fotos, con este primero enfocado a la narración de la experiencia y otro posterior con una selección de mis mejores imágenes.
Roma es una ciudad fascinante cuyo centro histórico tiene más historia que los centros históricos de casi todas las demás capitales del mundo juntas. Es muy grande, se extiende mucho más allá de sus antiguas siete colinas, pero el centro se puede recorrer a pie en un par de jornadas o tres sin dejarse casi nada. Y doy fe de que merece la pena el esfuerzo, porque es un lugar delicioso para ser recorrido, caminado y paseado por todos sus rincones y, más allá de sus conocidísimas iglesias, plazas y fuentes, tiene muchísimo sabor en el simple color del sol sobre sus paredes o en la dureza de su pavés de basalto contra las suelas de los zapatos. Aunque ya era la tercera vez que la visitaba, y no ha sido ni mucho menos la más exhaustiva, esta ocasión me ha servido para conocer algunos lugares que aun se me habían quedado en el tintero, como las Catacumbas de San Calixto. Y como siempre, me ha permitido recordar porque el Pantheon me provoca un especial sobrecogimiento cada vez que entro en él o qué tiene la Basílica de Santa María Degli Angeli, construida sobre las antiguas termas de Diocleciano, para atraerme hacia la Plaza de La República con tanta fuerza...
Pero en esta ocasión había un evento especial que se superponía a toda la magnificencia de Roma, la boda a la que estaba invitado y en la que, finalmente, tuve el honor de realizar algunas peticiones. Se celebró en la Basílica de Santa Sabina, una preciosa iglesia paleocristiana situada en lo alto del Aventino, tan bonita como la propia novia, y consistió en una curiosa ceremonia que entremezcló el castellano y el italiano para corresponder a las dos ramas familiares y simbolizar aun más la unión de sus dos historias en una nueva vida. Un poco aburrida para un ateo como yo, pero sin duda muy emocionante.
Posteriormente todos los invitados fuimos conducidos a una villa romana al borde de la antigua Via Apia Antica, donde se celebraba el banquete de celebración. El lugar era una especie de residencia de lujo, habilitados sus salones y jardines para acoger este tipo de eventos, que tenía el tremendo encanto de encontrar sus puertas a escasos dos metros de la propia calzada romana, conservada tal cual era en esa parte de su recorrido. Y el banquete fue verdaderamente pantagruélico. El mismo Obélix habría sucumbido ante los excesos gastronómicos de las bodas italianas, y hubiese podido exclamar con más razón que nunca eso de: "¡¡Están locos estos romanos!!". Para que os hagáis una idea de a que me refiero, para comenzar tuvimos una hora de buffette de aperitivos en la que no faltó buenos quesos y fiambres italianos, todo tipo de canapés, frituras variadas, pescados de distintas clases e incluso ostras. Todo ello regado con champán y vino. Y una vez dado tiempo para las fotos de los novios, llegó la hora de entrar al salón y empezar la verdadera comida: un primer plato de pasta, un segundo plato de pasta, un tercer plato de pescado, un sorbete de limón para cambiar sabores y un cuarto plato de carne. Y para terminar, salida de nuevo al jardín para disfrutar de un buffette de postres que incluía helados, varios tipos de pannacottas, tiramisú, crepes, tartas variadas y la propia tarta nupcial... un exceso inasumible para un estomago normal...
Por lo demás, aparte de la boda, también cabe destacar la serenata que el novio le dio a la novia el día antes de la misma, con un karaoke montado en el patio de la casa para la ocasión y todos los vecinos de los bloques colindantes asomados a sus ventanas para disfrutar de la escena. Recuerdo con especial cariño a una pareja, mirando desde su balcón, bailando al ritmo de la balada que sonaba en aquel momento, como si de verdad el gesto les hubiese llegado al corazón. Bueno, eso y a la novia con su peinado a medias, sin saber que hacer, sorprendida por la ocurrencia de su novio y amigos... Y también me quedo con los demencialmente divertidos primos y primas del novio, con los cuales pase un par de horas estupendas en el barrio del Trastevere, después de la boda, y que hicieron honor a la locura que su apellido sugiere...
En cuanto a Roma ciudad, lo cierto es que podría recitar un montón de lugares increíbles que visitar, pero prefiero dejarlo solo en los favoritos ya mencionados. Sí diré que quedé aterrado por la cantidad malsana de estorninos que pueblan la ribera del Tíber y que convierten el cielo en una especie de sombra bailante cuando llega el atardecer. Su juego de vuelos es precioso e hipnotiza bastante, pero cuando se pasea por el río la suciedad que generan se hace muy visible y, sobre todo, husmeable. Mi opción es vaciar la ciudad un fin de semana y gasearla para acabar con la plaga, pero mis amigos romanos no parecían muy por la labor. Me comentaron que se han usado una especie de bocinas para asustarlos, pero resulta evidente que no dan muy buen resultado. Cualquier día los estorninos se pondrán de acuerdo y se harán los dueños de Roma. Por ahora puedo asegurar que, por lo que vi, como poco planean... algo... Cuidado si paseáis debajo de los arboles que rodean el río. El suelo y los coches os darán una pista clara de como podéis acabar si a los pajaritos les ha sentado mal la comida...
Y con este relato, más personal que turístico, de mi estancia en Roma, voy a dejarlo por ahora. Cuando pueda recopilaré las mejores fotos del viaje, y os pondré una selección de las mismas para que podáis echarle un vistazo. Espero no tardar demasiado. Sed felices...
Este fin de semana va a empezar muy pronto para mí. Esta misma tarde, en concreto. Me voy mañana de viaje, lejos de aquí, a otra ciudad de otro país en la que se celebrará la boda de un buen amigo... Y no volveré hasta el próximo lunes por la noche. Así que no voy a publicar nada hasta mediados de la semana que viene, ya os diré que tal se da todo (se prevee un sí de la novia).
Supongo que el resumen de mi visita no llegará hasta algo después, cuando quiera que pueda descargar las cientos de fotos que pretendo hacer y haya seleccionado las mejores. Pero espero que merezcan la pena la espera.
Disfrutad vuestro fin de semana tanto como espero disfrutar el mío, sed muy felices y nos vemos en unos días... En serio, sedme buenos, no hundáis la economía mundial ni provoquéis muchos terremotos. ¡¡¡Y acordaos de cambiar la hora el domingo!!!
Este fin de semana pasado lo disfruté en Murcia, en Mazarrón y en la propia capital, asistiendo al festival Lemon Pop.
Hacía muchos años que no iba a Mazarrón (sin contar una visita rápida que hice para bucear), y la verdad es que mi memoria de aquellos años está tan difuminada que no sabría decir hasta que punto ha cambiado. Imagino que mucho, dado lo que se ha desarrollado esa zona. Y he de decir que, si bien el sitio en septiembre está bien, pues no hay aglomeraciones y todo tiene un aire lánguido muy relajante, en pleno julio o agosto debe ser algo muy parecido al infierno. No puedo imaginarme nada cómodo esa sequedad amarilla y esas playas mediterráneas invadidas por los turistas playeros. No sé si lo he dicho ya, pero una vez probadas las playas de Asturias, creo que me quedo con ellas.
(como siempre, desde Picassa se puede ver ampliada)
Sin embargo, en esta ocasión estuvo muy agradable. Realmente estuve allí con un amigo que tiene casa, pero para aprovecharlo sobre todo como base para dormir e ir al Lemon Pop. Llegamos el viernes por la tarde, reconocimos la zona y descansamos aquella noche. Estuve en la playa solamente el sábado por la mañana, dándome un baño de hora y media (yo soy así, voy a la playa y no salgo del agua) , pero esa misma tarde nos fuimos a Murcia capital para ver el concierto, y el domingo por la mañana salimos de vuelta a casa, pasando por Cartagena para decirle hola. Así que mis impresiones de Mazarrón fueron bastante buenas.
Murcia me sorprendió bastante. No la conocía y no sabía que esperar de ella, y llegamos justo un día de especial festividad, con todo el mundo en la calle preparando cosas. Y con un montón de personas casándose y mucha gente vestida de gala. Me pareció una ciudad agradable. Su zona centro tiene muchas calles de esas peatonales y estrechas que le dan gracia a una ciudad. Y hay muchos bulevares por los que pasear, y plazas pequeñas en las que tomar algo. No es que descubriese un montón de sitios de visita inexcusable, pues no los busqué y además no tuve tiempo, pero en mi cabeza tenía la idea de que sería un sitio seco y hosco, y me agradó darme cuenta de lo confundido que estaba y de la vida que tiene. Seguro que vuelvo algún otro año.
Y en cuanto al festival, estuvo muy bien. Actuaron "Airbag", un grupo de pop punk surfero, con letras adolescentes bastante curiosas, a los que no conocía pero, visto lo visto, he de echar un ojo.
También estuvieron "Ellos", con un prodigioso e insoportable Guille Mostaza a la cabeza. Basaron la mayor parte de su concierto en las canciones de su último disco pero, una vez más, triunfaron sobre todo con las de los dos primeros, y terminaron su actuación con un bluff, al no ponerse de acuerdo sobre que última canción interpretar y decidir el señor Mostaza unilateralmente interpretar algo para lo que sus compañeros no estaban preparados. Todo lo contrario a terminar en alto.
Y, por supuesto, estuvo "La Casa Azul", casi un protagonista más de este blog. En este caso, además, presentado por Juan de Pablos. Guille Milkyway se hace más grande a cada concierto que pasa, ayudado por el hecho de que cada canción está perfectamente medida y programada, lo que facilita que las interpretaciones sean siempre muy buenas. Para forofos como yo, es de agradecer que vayan introduciendo pequeñas variaciones en las proyecciones de sus plasmas, dándole más interés a los conciertos (aunque tampoco nos vamos a engañar, iría igual si todo fuese lo mismo). Pero estoy seguro de que cumple las expectativas de aquellos que nunca lo han visto en directo, pues tiene un espectáculo muy bueno.
Os dejo con un vídeo que hice de una de las canciones del concierto. Se ve mal, se escucha mal, pero es mío, y le tengo cariño, como a un hijo feo...
Este alargado fin de semana pasado he estado ausente del mundo web, de viaje, conociendo Dublín y sus alrededores con un grupo de amigos.
Ha sido un viaje muy entretenido, muy activo, de esos paseados a alto ritmo para no dejar de ver nada. Aunque en esta ocasión no hemos pasado por museos o iglesias, que siempre te llevan unas horas de actividad de las cuales no disponíamos.
Como ya hice con mi viaje a Berlín del año pasado, no voy a redactar un post exhaustivo interpretando la experiencia. Prefiero dejarlo en el aire con una pequeña enumeración de unos pocos de los lugares visitados y unas cuantas fotos. Pero si os interesa cualquier cosa en particular, preguntadla en un comentario y os cuento. Igualmente, si os interesa alguna foto de las que expongo, decídmelo (son murales creados para el blog y colgados en Picassa, pero las imágenes las tengo cada una por separado y si queréis algo más concreto de algún sitio de Dublín o de los alrededores comentados en el post, igual también tengo algo). Si queréis verlas ampliadas, pulsad sobre ellas, que os llevará al álbum, y allí se pueden ver mejor.
Así, de Dublín recuerdo sobre todo el barrio de Temple Bar, monumento a los pubs donde los haya, el castillo, las catedrales de ChristChurch y de St. Patrick, la pequeña pero interesante iglesia de St. Audeon, el parque de Merrion. El TrinityCollege, la aguja de O'Connell, la factoría de Guinness en St. James Street, con su espectacular mirador, descubrir donde habitó OscarWilde, el RioLiffey y sus puentes, la curiosa oficina de turismo... Me gustaron sus calles peatonales en la zona de Temple, la zona de tiendas de GraftonStreet y el centro comercial de St. Stephen y su precioso parque homónimo al lado. Y sobre todo, me gustó la gente. No especialmente por las mujeres irlandesas (posiblemente las mujeres más guapas que vi en el viaje fueron españolas, Dublín estaba invadido de españoles estos días), pero en general todos los dublineses exhibían un buen rollo que mejoraba la experiencia de la ciudad.
De fuera de Dublín, visitamos Malahide con su precioso castillo y su idílico entorno, el precioso pueblo de Howth con su puerto y sus vistas y, en otra excursión, el parque natural de WicklowMountains, con su pueblo monástico de Glendalough y sus tumbas, sus lagos y su valle glacial, los alrededores superpijos de Powerscourt (aunque llegamos tarde para entrar a sus jardines) y toda una ruta rural que nos llevó sin querer hasta el cementerio alemán de Enniskerry y acabó desembocando en el pueblo playero de Bray.
Además merece la pena destacar que vivimos en Dublín el día del partido final de la liga irlandesa de Hurling, un precioso deporte que auna la fuerza y diversión de los deportes de equipo y pelota con la precisión y técnica de los de raqueta. Al parecer Waterford y Kilkenny (hijos de puta, mataron a Kenny) dispensaron un partido memorable con una abultada victoria del último, y fue un verdadero día de fiesta para toda la ciudad. Era increíble ver a todos los aficionados con la camiseta de su equipo, mezclados sin problemas en trenes, autobuses y tranvías, los coches con sus banderitas saliendo de las ventanillas y la pasión de la celebración posteriormente en el Temple Bar (el original, el que da nombre al barrio). Una gran experiencia, ¿algún interesado en componer el primer equipo español de Hurling?...
Como os explicaba hace unas semanas en mi post sobre el daltonismo, nuestra percepción visual se basa en el procesado que nuestro cerebro realiza de la información que nuestras células visuales, al ser sensibilizadas por la luz, le envían. Y ese procesado se basa esencialmente en establecer contrastes de color y brillo en las diferentes zonas sensibilizadas del ojo, definiendo las formas de lo que vemos.
Pues, exactamente igual que ese contraste nos sirve para ver, nos sirve también para delimitar la riqueza en el mundo. Porque, cuando la Tierra se ve desde fuera del planeta, de noche, la luz que emite refleja perfectamente en que partes de su geografía se concentra el dinero.
De hecho, una de las cosas en las que más coinciden los astronautas que han tenido el placer y el privilegio de ver la Tierra desde fuera es que, mientras el ser humano pasa bastante desapercibido durante el día, su presencia es muy evidente en cuanto cae el sol. Y suelen mencionar como esos campos de luces delimitan buena parte de las costas de los continentes y marcan, en su ausencia, los desiertos y los bosques, y las zonas más pobres de la Tierra.
(Podéis pulsar sobre la imagen para verla ampliada)
Es casi poético ver esas imágenes proyectadas en el ordenador, mostrándonos tan a las claras quienes somos. También es terrible ver esas desproporciones y desequilibrios entre las distintas partes del planeta. Pero, intentando no ser muy negativo, yo me quedo con la idea de lo que la luz ha significado para el hombre. Del detalle maravilloso que supone tener esa magia a nuestro alcance, el dominio que hemos alcanzado de ella y como va indiscutiblemente ligada a nuestra propia existencia tal y como la conocemos hoy en día.
La luz es progreso y avance. Y, como humilde parecido a la verdadera luz que nos ha iluminado siempre, la del Sol y las estrellas, es la mejor metáfora que puedo encontrar sobre como el hombre, en su evolución, se acerca poco a poco a la propia creación de la vida. Marcando la distancia, inevitablemente. Pero marcándonos también el camino.
Ayer por la mañana decidí aprovechar un poco más mis días de vacaciones para hacer algo de turismo por Madrid y sacar algunas fotos. No fue mucho, tan solo dos o tres horas de paseo para conocer el CaixaForum y darme una vueltecilla por Atocha, el Retiro, la plaza de Cibeles y la de Colón. Y éste es el resultado:
1. CaixaForum: Habilitado como centro cultural en una antigua fábrica cuya fachada estaba protegida y hubo de ser mantenida, el edificio muestra en su exterior un aspecto muy atractivo, y esconde en su interior un buen número de rincones sugerentes. Le pusieron al edificio de al lado un curioso jardín vertical que... bueno, que hace bonito... Estaban exponiendo una muestra sobre Charles Chaplin de la que directamente prescindí y otra sobre Alphonse Mucha, del que igual algún día me animo a hacer un post completo... - Fachada principal (el jardín vertical queda a su derecha):
- Escalera de entrada:
- Escalera principal del edificio (desde la última planta). Nota: inspirada y plagiada de la que vi en el blog de mi amigo David - Albedrio:
- Celosía ibérica, imagino que hecha adrede (se ve la cámara reflejada, sic). Nota: Esta no pretende recordar a la de David, solo me hizo gracia lo de la península:
- Ventanal desde el vestíbulo:
2. Atocha: Pensé acercarme a ver el monumento a los fallecidos en el atentado del 11-M. Y por el camino vi la reforma de la Cuesta de Moyano, paraíso de la compra de libros viejos. Pero ni uno ni otra me parecieron suficientemente interesantes para fotografiarlos. De hecho el monumento está bastante descuidado (no mantienen la atmósfera presurizada que se suponía que tenía, y el cilindro interior da la sensación de que se les ha deshinchado). Seguí camino.
3. Parque del Retiro: Entré por la puerta del Ángel Caído, y me fui directo a su estatua, a sacarle mi propia foto, pese a que está más que vista. Luego me acerque al Palacio de Cristal (para quién no lo conozca, es uno de los lugares más agradables de Madrid, y no suele haber mucho turisteo), que está en obras y por tanto no tenía nada expuesto, y de ahí me fui al estanque. Al final salí por la entrada del Casón del Buen Retiro (que forma parte del Museo del Prado)... - Ángel Caído:
- Palacio de Cristal:
- Pasaje del estanque del Palacio de Cristal:
- Estanque del Retiro:
- Casón del Buen Retiro:
4. Cibeles: Me acerqué desde el Paseo del Prado, y me situé en la esquina del Palacio de Comunicaciones, sede actual del Ayuntamiento de Madrid. Conseguí sacarle una foto sin coches delante, y os aseguro que no es fácil a la una de la tarde... - Cibeles:
5. Plaza de Colón: Subí andando desde Cibeles hasta Colón, y me detuve un momento a hacerle una foto al enchufe más grande del mundo. La verdad es que parece que hubiesen sacado el edificio de la película "Metrópolis", de Fritz Lang. Luego fui a saludar a Colón, y me acerque a comprobar el diámetro del mástil de la colosal bandera española que tenemos allí plantada. Algo así como un metro, y no es para menos. Si algún día se descuelga la bandera y cae, será como si pusieran un mantel sobre media plaza... - El enchufe:
- Cristóbal Colón, a contraluz, que parece que acabe de recibir una inspiración divina sobre donde está América:
Y esto es todo por hoy. Espero que os gusten las fotos, y que alguno haya descubierto algo interesante de Madrid...
PD: He colgado las fotos en este álbum de Flickr, donde se pueden ver con algo más de resolución.