lunes, 3 de noviembre de 2008

La ciudad eterna...

Pues me voy a dejar de tantos misterios con mi último viaje y la boda de mis amigos y os voy a contar un poquito como fue mi experiencia en Roma, que allí es a donde me llevaron mis pasos y sus esponsales.
Y lo voy a hacer en dos posts, contradiciendo los hábitos ya reproducidos en otros viajes que se centraban en uno exclusivamente de fotos, con este primero enfocado a la narración de la experiencia y otro posterior con una selección de mis mejores imágenes.


Roma es una ciudad fascinante cuyo centro histórico tiene más historia que los centros históricos de casi todas las demás capitales del mundo juntas. Es muy grande, se extiende mucho más allá de sus antiguas siete colinas, pero el centro se puede recorrer a pie en un par de jornadas o tres sin dejarse casi nada.
Y doy fe de que merece la pena el esfuerzo, porque es un lugar delicioso para ser recorrido, caminado y paseado por todos sus rincones y, más allá de sus conocidísimas iglesias, plazas y fuentes, tiene muchísimo sabor en el simple color del sol sobre sus paredes o en la dureza de su pavés de basalto contra las suelas de los zapatos.

Aunque ya era la tercera vez que la visitaba, y no ha sido ni mucho menos la más exhaustiva, esta ocasión me ha servido para conocer algunos lugares que aun se me habían quedado en el tintero, como las Catacumbas de San Calixto. Y como siempre, me ha permitido recordar porque el Pantheon me provoca un especial sobrecogimiento cada vez que entro en él o qué tiene la Basílica de Santa María Degli Angeli, construida sobre las antiguas termas de Diocleciano, para atraerme hacia la Plaza de La República con tanta fuerza...

Pero en esta ocasión había un evento especial que se superponía a toda la magnificencia de Roma, la boda a la que estaba invitado y en la que, finalmente, tuve el honor de realizar algunas peticiones. Se celebró en la Basílica de Santa Sabina, una preciosa iglesia paleocristiana situada en lo alto del Aventino, tan bonita como la propia novia, y consistió en una curiosa ceremonia que entremezcló el castellano y el italiano para corresponder a las dos ramas familiares y simbolizar aun más la unión de sus dos historias en una nueva vida. Un poco aburrida para un ateo como yo, pero sin duda muy emocionante.


Posteriormente todos los invitados fuimos conducidos a una villa romana al borde de la antigua Via Apia Antica, donde se celebraba el banquete de celebración. El lugar era una especie de residencia de lujo, habilitados sus salones y jardines para acoger este tipo de eventos, que tenía el tremendo encanto de encontrar sus puertas a escasos dos metros de la propia calzada romana, conservada tal cual era en esa parte de su recorrido.
Y el banquete fue verdaderamente pantagruélico. El mismo Obélix habría sucumbido ante los excesos gastronómicos de las bodas italianas, y hubiese podido exclamar con más razón que nunca eso de: "¡¡Están locos estos romanos!!".
Para que os hagáis una idea de a que me refiero, para comenzar tuvimos una hora de buffette de aperitivos en la que no faltó buenos quesos y fiambres italianos, todo tipo de canapés, frituras variadas, pescados de distintas clases e incluso ostras. Todo ello regado con champán y vino. Y una vez dado tiempo para las fotos de los novios, llegó la hora de entrar al salón y empezar la verdadera comida: un primer plato de pasta, un segundo plato de pasta, un tercer plato de pescado, un sorbete de limón para cambiar sabores y un cuarto plato de carne. Y para terminar, salida de nuevo al jardín para disfrutar de un buffette de postres que incluía helados, varios tipos de pannacottas, tiramisú, crepes, tartas variadas y la propia tarta nupcial... un exceso inasumible para un estomago normal...

Por lo demás, aparte de la boda, también cabe destacar la serenata que el novio le dio a la novia el día antes de la misma, con un karaoke montado en el patio de la casa para la ocasión y todos los vecinos de los bloques colindantes asomados a sus ventanas para disfrutar de la escena. Recuerdo con especial cariño a una pareja, mirando desde su balcón, bailando al ritmo de la balada que sonaba en aquel momento, como si de verdad el gesto les hubiese llegado al corazón. Bueno, eso y a la novia con su peinado a medias, sin saber que hacer, sorprendida por la ocurrencia de su novio y amigos...
Y también me quedo con los demencialmente divertidos primos y primas del novio, con los cuales pase un par de horas estupendas en el barrio del Trastevere, después de la boda, y que hicieron honor a la locura que su apellido sugiere...

En cuanto a Roma ciudad, lo cierto es que podría recitar un montón de lugares increíbles que visitar, pero prefiero dejarlo solo en los favoritos ya mencionados. Sí diré que quedé aterrado por la cantidad malsana de estorninos que pueblan la ribera del Tíber y que convierten el cielo en una especie de sombra bailante cuando llega el atardecer. Su juego de vuelos es precioso e hipnotiza bastante, pero cuando se pasea por el río la suciedad que generan se hace muy visible y, sobre todo, husmeable. Mi opción es vaciar la ciudad un fin de semana y gasearla para acabar con la plaga, pero mis amigos romanos no parecían muy por la labor. Me comentaron que se han usado una especie de bocinas para asustarlos, pero resulta evidente que no dan muy buen resultado.
Cualquier día los estorninos se pondrán de acuerdo y se harán los dueños de Roma. Por ahora puedo asegurar que, por lo que vi, como poco planean... algo...
Cuidado si paseáis debajo de los arboles que rodean el río. El suelo y los coches os darán una pista clara de como podéis acabar si a los pajaritos les ha sentado mal la comida...

Y con este relato, más personal que turístico, de mi estancia en Roma, voy a dejarlo por ahora.
Cuando pueda recopilaré las mejores fotos del viaje, y os pondré una selección de las mismas para que podáis echarle un vistazo. Espero no tardar demasiado.
Sed felices...

5 comentarios:

Jove Kovic dijo...

Roma es una ciudad maravillosa, lamentablemente Berlusconi manda más que nadie ahí.
Lo de la boda italiana apunta maneras de guión...Ya puedo imaginar al gran Albertone entre las mesas, tocándole el culo a todas las mujeres que no fueran su madre o su hermana.

Anónimo dijo...

Aportando dos detalles: Te has dejado del momento boda al señor con el carrito del algodón de azucar. Fue de lo más chic! Grazzie a los spossatti!! Y tampoco has mencionado al hermano salesiano, sacado de Celebrities (ay va, q chorrazo!!), q nos guió por las catacumbas: "¡Cuidado con estas escaleras que ya ha habido varios mártires!"... No tuvo precio. Salutti!

Anónimo dijo...

cómo sería la comida para hartar a un oligoqueto, seres que como todo el mundo sabe son básicamente un gran aparato digestivo! ahora, lo que acabó conmigo no fue el buffette de aperitivos ni el de dulces, sino el de abogados, todos juntitos en la bandeja, con sus corbatitas, la manzanita en la boca y la carita de pena, como diciendo "a mi no me comas que soy solo pasante",...

Cyllan dijo...

Jejeje, casi coincidimos en la ciudad eterna ;)
Que apasionado de Roma madre mía, sin gustarme tanto como a ti por lo descuidada y poco europea en medios, también lo pasé genial en mi visita y me ha gustado mucho recordar los sitios que pisé con tu relato.
También tengo pendiente recopilar las fotos de allí, jjajaj, es que es muy difícil porras! :D

oligoqueto dijo...

Jove: Contra Berlusconi no hay mucho que hacer, pero el mismo día de la boda hubo una gran manifestación allí contra sus políticas... Cuando preguntamos al del hotel si encontraríamos taxis en un día de protestas me contestó extrañado, sin saber nada de la manifestación: "¿Manifestacion el sábado? No creo, aquí esas cosas las hacemos los viernes"

Anchio andato a Roma: Toda la razón. Se me había olvidado que la persona más curiosa de todo el viaje fue nuestro guía en San Calixto, un personaje en toda regla y un mago del humor.

El moreno: pues sí, creo que debería cambiar la palabra, y que he metido un poco la pata. Pero casi que lo voy a dejar así, para que se entienda tu comentario. De todas maneras, la etimología de ambas palabras es idéntica. Y como bien sabes, no tengo aparato digestivo. Solo agujeros, blancos y negros...

Cyllan. Sí me gusta Roma, sí. Mis fotos en esta ocasión no fueron muy buenas. Incluso aquellas que creía mejores me han decepcionado un poco al verlas a buen tamaño. Y sobraba gente para algunas tomas...

Saludos.