jueves, 8 de mayo de 2008

Las 3 B's

Es difícil, muy difícil créanme, encontrar un restaurante en Madrid capaz de reunir alguna de las 3 B's que hacen que algo sea un descubrimiento genial. Porque Madrid en general no tiene nada de barato, porque lo hortera predomina sobre lo bonito y porque lo bueno escasea en todos los sitios en cualquiera de sus acepciones. Y si es difícil dar con una sola de esas características, dar con las tres de golpe es casi sobrenatural, un descubrimiento mágico...

Algo así fue lo que me pasó el otro día en el Public, un restaurante que se encuentra en la calle Desengaño (calle que probablemente se llame así por la cantidad de mujeres que habrán encontrado a su marido allí con alguna prostituta, porque la verdad es que es una calle muy de hacer la calle), al lado de la plaza de Soledad Torres Acosta. Un sitio que desconocía y al que seguro que acabaré volviendo.

El local pertenece a una cadena que tiene otros cuatro restaurantes en Madrid y que, por lo que me han dicho, son todos del mismo estilo (se puede acceder a todos, incluso a los de fuera de Madrid, desde la página linkada anteriormente). Basan su menú en alimentos típicos de la cocina mediterránea y procuran darles una pequeña vuelta para acercarlos a los nuevos modos de hacer cocina, sin retorcerlos hasta las espumas y desestructuras más modernas, pero combinando muy bien los productos y empleando todo tipo de técnicas culinarias para hacer el plato atractivo. Y lo consiguen desde el nombre hasta la presentación, terminando por la calidad del producto, haciendo que la experiencia global sea especialmente buena.
Pero es que, encima, el precio resulta extremadamente competitivo, ajustado hasta el céntimo. Tanto es así que ninguno de los platos de la carta, que resultan suficientemente abundantes, supera los 10 euros, variando entre los 4 de algunas ensaladas hasta los 9 del más caro magret de pato, y todos ellos tienen precios nada redondeados que llaman la atención por la variedad de valores diferentes que se encuentran en el menú.


Por desgracia, un sitio así tiene que tener sus desventajas. Imagino que obligados a mantener el local siempre lleno, dados sus bajísimos precios, han decidido mantener una política curiosa: no reservan mesa por teléfono (no se arriesgan a que estén vacías ni diez minutos). Haciendo uso de la fama que ya se han granjeado, abren a las 8:30 de la noche y empiezan a recoger reservas hasta que consideran que no van a poder atender más. Y van tirando de esa lista hasta el final de la noche.
Con ello, y mediante un servicio muy rápido y eficaz, consiguen mantener siempre ocupadas todas las mesas, y posiblemente lleguen a atender tres turnos por cada una, lo cual aumenta sin duda su rendimiento.
Pero eso obliga a quién quiera disfrutar de su comida a hacer un esfuerzo acudiendo pronto para alistarse sino quiere migrar a otro local. Y hace que se formen molestas colas a la hora de apuntarse en las reservas de la noche. Y si encima uno ha formado un grupo demasiado numeroso, es muy difícil que le den mesa a ninguna hora, dada la dificultad de acomodar mesas para muchas personas en su restringida agenda.

Por tanto, es un restaurante que resulta muy bueno para grupos pequeños, recomendable como mucho 4 personas, que no les importe cenar muy pronto o muy tarde (porque una vez metidos en la lista, nunca se sabe cuando te va a tocar exactamente) y que valoren la buena comida y el buen precio por encima de las molestias que eso pueda acarrear.

Pero personalmente creo que merece la pena, y seguro que acabaré volviendo, pues es de lo más recomendable con lo que me he cruzado últimamente.

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