miércoles, 28 de mayo de 2008

La crisis del PP (II). Situación actual.

Ante su segunda derrota electoral, la única salida honrosa para Mariano Rajoy debería haber sido la de dimitir como máximo dirigente del PP. Pero se encuentra con una situación muy difícil que puede llevar a la ruptura del partido por sus dos extremos, el centrista y el más lanzado a la derecha.

La polarización moral que se había adoptado como estrategia ha sido asumida como propia por buena parte de los militantes, mientras muchos otros comprenden que solo abriéndose hacia posturas centristas conseguirán absorber el voto suficiente como para suponer una alternativa de poder real. Porque, además, esa polarización les ha dejado solos en la política nacional, y sólo tendiendo nuevos puentes con los nacionalistas podrán acceder de nuevo al gobierno sin disponer de mayoría absoluta.

Analizando sus posibles sucesores, Rajoy sólo ve dos posibilidades reales:

- Esperanza Aguirre, con la que ha tenido desavenencias recientes por su oposición a que Alberto Ruiz Gallardón entrara a formar parte de las listas del PP por Madrid en las últimas elecciones generales, y cuyo segundo de a bordo, Francisco Granados, se ha precipitado en descabezarle. Mantiene muy buenas relaciones con muchos miembros de la dirección general del partido, y, sobre todo con el entorno de José María Aznar y con los medios de información afines al PP. Pero está muy mal vista por algunos barones regionales y por muchos votantes del partido fuera de Madrid, dada su tendencia a acumular protagonismo.

- Alberto Ruiz Gallardón, del que las encuestas dicen que sería el líder del PP con más posibilidades de gobernar en caso de presentarse a presidente del gobierno, que tiene el mayor índice de valoración de todos los posibles candidatos, y que además es del gusto de muchos barones regionales, que aprecian su capacidad para acercar el voto centrista y las posturas con los nacionalistas. Pero cuyo perfil moderado no es del gusto del sector mas derechista del partido, que incluso llega a decir de él que es un socialista infiltrado, y que incluso ha tenido enfrentamientos personales con Federico Jiménez Losantos, el locutor estrella del medio afín estrella.

El problema es que Aguirre y Gallardón han mantenido serias desavenencias que han llegado al público, y hoy por hoy son enemigos irreconciliables. Apoyar a uno u otro podría suponer perder al otro como miembro del partido. Es más, apoyar a Ruiz Gallardón podría conducir a una escisión de parte del PP, que sería incapaz de aceptarle como líder, mientras que apoyar a Aguirre conduciría a mantener la situación de polarización actual, que no ofrece perspectivas de triunfo, así como una más que posible renuncia de Gallardón, con lo que eso implicaría en perdida de imagen y, posiblemente, de votantes para el partido.

Ante esa perspectiva, y sin una verdadera cabeza visible a la que apoyar como tercera vía, Rajoy decide continuar en busca de una tercera oportunidad.
Seguramente se equivoca, pero en su cabeza está la idea de que en sus dos caminos anteriores no ha podido disponer de una estructura de partido propia. Opina que siempre le ha venido impuesta, primero por Aznar y luego por las circunstancias, y que además sus últimos resultados, consiguiendo la mayor cantidad de votos que jamás ha obtenido el PP, le legitiman a intentarlo.

Y decide remodelar la estrategia y la estructura del partido, conduciéndolo hacia una vía menos polarizada que le permita llegar a acuerdos y pactos, moderando además su postura de enfrentamiento con el PSOE. Todo un acto de rebeldía si se tiene en cuenta que se trata de un partido conservador, muy poco dado a cambios importantes. Y, de hecho, dentro del partido muchas voces empiezan a mostrar sus dudas, pero los barones regionales más fuertes, los que aseguran los compromisarios de cara al congreso del partido, cierran filas en torno a Rajoy, lo cual acalla otras alternativas.

Aguanta el tirón de colocar a Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz del partido en el congreso, pese a que hay voces que se dejan oir mostrando su desagrado, achacándole falta de experiencia y capacidad. Aguanta también la salida de Zaplana y Acebes, miembros muy identificados con la antigua estrategia del partido y con la crisis de los atentados del 11M, y cuya caída estaba ya bastante clara y era previsible. Pero cuando anuncia que Gallardón formará parte de su dirección (como, por otro lado, llevaba formando parte desde hacía mucho tiempo) y, sobre todo, cuando María San Gil decide mostrar su desconfianza hacia él, grandes figuras del partido deciden hacer patente su desagrado y hacen públicas sus desavenencias.

La crisis con María San Gil es especialmente significativa, porque no hay ningún hecho especialmente desencadenante de su decisión. De hecho, sus aportaciones a la ponencia política del partido son todas aceptadas, pero pese a ello decide sacar a la luz su perdida de confianza hacia Rajoy. Viene a decir que se huele un cambio de tendencia hacia los nacionalistas que no le convence. Y aunque el propio PP Vasco indica su desacuerdo con San Gil, su trascendencia nacional es tal que su decisión desencadena una serie de apoyos hacia ella y críticas hacia Rajoy que rompen por completo la habitual disciplina del partido.
Gente importante como Mayor Oreja, Aznar y Botella, Gustavo de Arístegui y Aguirre hacen críticas muy duras hacia la gestión de la crisis por parte de Rajoy, que en realidad es una crítica a su gestión del partido y hacia su propia persona, pues se está inclinando hacia reformas que no resultan en absoluto de su agrado.
Realmente son opiniones enquistadas que han aprovechado la situación de San Gil para salir a la luz, saltando como el tapón de una botella de champán sin precinto. De hecho, yo soy de la sospecha de que se han producido con la connivencia de San Gil, que se estaba viendo marginada por el PP Vasco ante su cada vez más errante trayectoria electoral y ante su cerrazón a admitir cambios estratégicos. Pero el caso es que han producido un cambio de tendencia en la crisis, que hoy por hoy no está claro por donde puede saltar.

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