Hoy, saliéndome de mi tono habitual y a petición de algún lector del blog que desea que meta algo de polémica en el mismo, voy a hacer mi análisis personal sobre la situación actual del Partido Popular, aprovechando además que la política me interesa bastante. Intentaré ser muy frío al respecto, pero espero que suscite opiniones, siendo como es un tema que está muy activo hoy en día.
La situación actual del PP no se puede entender sin echar una vista hacia atrás en su historia reciente. Concretamente, habrá que llegar hasta la campaña electoral de las elecciones del 2004, cuando José María Aznar elige como su sucesor para contender por la presidencia del gobierno a Mariano Rajoy, por encima de Rodrigo Rato, favorito para muchos afiliados.
Los motivos por los que escogió a Rajoy nunca fueron muy claros, pero dado que el liderazgo de Aznar no se discutía, todo el mundo en el PP lo aceptó sin rechistar. Parece ser que tuvieron que ver tanto la situación personal (divorciado) de Rato como su más firme oposición a la participación de España en la Guerra de Irak. Y, posiblemente, una voluntad de situar como candidato a una figura que, por su perfil, no eclipsara en absoluto la del propio Aznar.
A fin de cuentas, si bien estaba bastante clara la perdida de la mayoría absoluta, nada hacía pensar en que el PP perdiera las elecciones. Y ni Rajoy ni Rato sumaban ni restaban votos por si solos en aquella coyuntura.
Pero el día 11 de Marzo de 2004 el mayor atentado de la historia de España hizo que todo cambiara. La pésima gestión de la información que se realizó en aquellos días y la certeza que la mayoría de los españoles tuvieron el día 14 de que el atentado era obra de terroristas islámicos consiguió movilizar a un buen número de personas, unos porque se acordaron de repente de la Guerra de Irak, olvidada con el paso de los meses, y otros indignados ante lo que consideraban un engaño.
El resultado: el PSOE ganó sorpresivamente las elecciones, probablemente sin estar preparado para ello, con una mayoría insuficiente que le daba pocas opciones para gobernar y le obligaba a pactar mucho más de lo que le interesaba con los partidos nacionalistas. Pero el PP quedó en una situación para la que no estaba preparado en absoluto, sin el poder, con un líder poco carismático que además heredaba toda la estructura política de la verdadera cabeza respetada en el partido, Aznar, y con varias de sus figuras más importantes muy cuestionadas por su gestión de la crisis tras los atentados.
En aquella situación, el PP comienza a gestar sus propios resultados en las siguientes elecciones, planteando una estrategia muy dura para recuperar el poder, pero sin caer en la cuenta de que seguramente supondría un desgaste muy serio en caso de fracasar.
Así, la consigna es no admitir ningún fallo en la política asumida hasta ese momento. No en vano, considera que la derrota no ha derivado de ella, sino de un ataque terrorista imprevisible.
En ningún momento se plantea que un ataque así contra Al-Andalus, implicada como estaba España en la Guerra de Irak para conseguir una determinada posición internacional, sí podía ser previsible. Ni tampoco acepta que se gestionara mal la información tras el atentado, pasando por alto hechos como la propia transmisión de la seguridad de que el atentado era obra de ETA a los directores de diferentes medios de comunicación, realizada por el mismo Aznar. El primer error del PP es no admitir ningún error, y en auel caso resulta bastante imperdonable.
Para evitar la perdida del apoyo de las bases, y con la ayuda implícita del partido, los medios afines empiezan una guerra informativa muy enfocada en apoyar teorías conspirativas con poco futuro y en crear una realidad polarizada en la que las cosas se plantean desde perspectivas totalmente morales, bien y mal, buenos y malos, sin aceptar matices.
Ni el PSOE ni el resto de partidos se quedan al margen y empeoran la situación, al no ayudar en absoluto a mitigar esa polarización de posturas, y al aprovecharla para marginar al PP políticamente. Tanto es así que acaban tirando hacia los extremos contrarios en algunas cuestiones fundamentales para el sostén del Estado que hubiesen requerido un mayor acercamiento de posiciones.
La consecuencia de todo ello es que el PP se queda solo. Y no solo eso, corta los puentes que todavía pudiera tener con otros partidos, y toma una dirección que les distancia dramáticamente de la posibilidad de construir puentes nuevos. No es una política del todo nueva, pues en mayoría absoluta ha ejercido el poder enfrentándose a los partidos nacionalistas, granjeándose enemigos y aumentando con ello su resentimiento y ese victimismo del que muchas veces éstos se aprovechan para obtener ventajas mayores. Pero en este caso, en su situación común de oposición, resulta un error que les aleja de poder conformar un futuro gobierno en minoría.
Ahora bien, esa estrategia, asimilada con la disciplina militar todavía vigente dentro del partido desde los años de éxito de José María Aznar, no es la predilecta de algunos miembros importantes del PP, que creen que determinadas posiciones afectan negativamente a la imagen del partido. Miembros de ideología más moderada que piensan que defender una teoría conspiratoria que tarde o temprano va a caer por sus propios defectos es dilapidar recursos del partido, que se malgastan y se pierden, todo lo cual permite que el PSOE salga impune de muchos errores cometidos durante su gobierno.
Pese a que seguramente incluso Mariano Rajoy no cree en ella, iniciado el camino y empujado por los medios conservadores, es imposible cambiar de estrategia. Además hay figuras muy importantes dentro de la directiva, como la de Acebes o Zaplana, muy implicadas personalmente en el inicio y mantenimiento de esa estrategia, cuyo papel dentro del partido no tendría un sentido claro fuera de la misma. Su presencia se convierte en una rémora para el propio Rajoy, que se ve atado por sus figuras en un proyecto del que, siendo el máximo exponente, no tiene las riendas. Una evidente muestra de falta de carácter que en parte le descalifica como líder, pero de la que, en su situación, no ve manera de como salir.
Así pues, pese a que el PSOE mete la pata en cuestiones con verdadero trasfondo político, pese a que la crisis económica ya está afectando a España y las perspectivas son ciertamente malas y aunque ha tenido que lidiar con el fracaso de su intento de conseguir un final negociado para ETA, el PP se muestra incapaz para superarle en las urnas en las elecciones del 9 de Marzo de 2008. Sí que aumenta su número de votantes, pero su propia estrategia moviliza mucha gente por el extremo opuesto, y el PSOE también supera la suma de votantes de 2004, consolidándose además como principal fuerza política en los feudos nacionalistas de Pais Vasco y Cataluña, en los que el PP desciende paulatinamente.
martes, 27 de mayo de 2008
La crisis del PP (I). Un poco de memoria reciente...
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