lunes, 28 de abril de 2008

Pavlov.

Leo en la Wikipedia que se llamaba Ivan Petrovich Pavlov, y que, aunque lo he oído mayoritariamente pronunciado como Paulov (acentuado en la o) se pronuncia Pávlov.

Es el de los perros, seguro que le recodáis, la comida, la saliva y la campana.
El tipo que desarrolló la teoría de la respuesta condicionada, según la cual una determinada respuesta natural a un estímulo (estímulo incondicionado) se puede conseguir también con otro estímulo diferente (estímulo neutro) que se ha asociado de alguna manera al anterior. En el proceso de asociación entre el estímulo incondicionado y el neutro, éste último pasa a convertirse en un estímulo condicionado: un estímulo que por si solo no produciría respuesta, pero que ha acabado por darla al establecerse esa relación con el estímulo incondicionado.

A veces uno puede llegar a creer que, por ser mecanismos muy básicos, nosotros los humanos estamos por encima de ellos. Pero es todo lo contrario, precisamente por estar en la base del funcionamiento de nuestro cerebro y de nuestros mecanismos de asociación de ideas, nos afectan como a cualquier animal mínimamente complejo.
Y en nuestro caso, además, hemos desarrollado una compeljidad simbólica tan grande que hoy en día nuestra vida se ve matizada permanentemente por multitud de condicionamientos, provocados a veces, autoalimentados muchas otras.

Como también dice la Wikipedia, la escuela conductista tiene enfrente a muchos pensadores que reflexionan sobre el grado de manipulación que esto supone sobre el individuo. Cómo se le puede convertir en un objeto condicionable sin pensar en como se siente. Pero lo cierto es que el condicionamiento funciona experimentalmente, y cualquiera que necesite manipular masas hará uso de él, de alguna forma u otra.


Pero si hoy me he decidido a escribir sobre el tema no es para prevenir contra la manipulación. No, es más que nada porque en los últimos tiempos he caído en la cuenta de un condicionamiento que, día a día, he ido perfeccionando sobre mi propia persona. Un condicionamiento que tiene mucho que ver con la satisfacción que produce el terminar la jornada laboral y poder partir hacia casa.

En mi puesto de trabajo dispongo de mi ordenador personal, herramienta fundamental para casi toda mi actividad. Se trata de un equipo de sobremesa conectado a la red de la empresa para la que trabajo, y que cuando empecé allí procuraba dejar siempre apagado al final del día, para no acortar su vida útil.
Pero con el paso del tiempo, uno va acumulando tareas, que además se alargan en el tiempo. Y poco a poco el equipo se va dejando encendido con más frecuencia por las noches, para no tener que abrir cada día una multitud de programas diferentes, y poder recuperar a la mañana siguiente el hilo del trabajo con mayor facilidad. Y si encima has de acceder en remoto desde casa, facilita aun más las cosas...
Ha llegado a un punto en que sólo suelo apagar el equipo una vez por semana, los viernes, y a veces ni eso. Así que cuando me voy a casa, para no dejar un montón de programas y archivos abiertos y a la vista, bloqueo la máquina con la consabida combinación "Ctrl + Alt + Supr" y pulsando después "Intro" (trabajo con Windows). Y día tras día repito la operación, sin falta, cuando me vuelvo a casa.

Yo no salivo como los perros de Pavlov, ni creo que produzca una respuesta obvia para los que me rodean. Pero en mi interior el salir del trabajo para irme a casa produce unos efectos purificadores. Una especie de corriente de descanso.
Y el caso es que el viernes pasado, al terminar la jornada y comenzar el fin de semana, caí en la cuenta de que el sonido inconfundible y ya perfectamente acompasado del "Ctrl + Alt + Supr" + "Intro" me hacía sentir extrañamente libre y ligero.

Como un perro de Pavlov perfectamente adiestrado para reconocer el momento en que le dan su tiempo de esparcimiento, respirando profundo al escuchar su campanilla...

2 comentarios:

Luna Carmesi dijo...

jajaja
Genial entrada!

De todas maneras... mejor apagar todos los dias el ordenador!
Y te lo dice una que siempre tiene asuntos pendientes por resolver!
;-)

Jove Kovic dijo...

Yo tengo algún ritual similar, pero no lo haré público para que nadie me acuse de saboteador.