viernes, 11 de abril de 2008

Anecdotas laborales (I).

Aunque soy biólogo, nunca he ejercido profesionalmente como tal. Llegado el momento de empezar a trabajar, y visto como estaba el panorama (las estadísticas daban dos años y medio para empezar a trabajar en el campo de la biología), me saqué una carrera técnica de informática. Y aunque creo que nunca lo he mencionado expresamente en el blog, hoy por hoy trabajo de informático, que es como decir que hago un poco de todo.

El caso es que, evidentemente, mi trabajo implica mucho contacto con máquinas. Pero parte de él también consiste en dar asistencia a usuarios. Y eso, combinado con la propia relación con mis compañeros, da lugar a muchas anécdotas que se van acumulando y moldeando en la memoria para ir contándolas de vez en cuando como los típicos chascarrillos del curro.

Hoy hablaré de mis compañeros. De los actuales solo puedo decir que he tenido suerte con ellos (ejem, representan algo así como el 40% de mis visitas diarias al blog, así que, que voy a decir...). Aparte de recibirme tirando tazas de café sobre sus teclados (aun no tengo muy claro porque cause tal efecto), no tengo mucho más que decir. Nos llevamos muy bien, salimos de vez en cuando, vamos a alguna actuación...
Pero durante los tres años y medio que llevo en mi empresa, han pasado por aquí algunos becarios y algún otro compañero que no llegaron a incorporarse definitivamente, y todos ellos tenían sus detalles curiosos.


- Uno de ellos, al que aun llamamos "diez días" porque fue lo que duró y por cierta similitud con su nombre real, nos marcó silenciosamente desde el primer día de trabajo. Apareció en la oficina vistiendo la corbata a la altura del final del esternón, con lo que, al hablar con él, era difícil no recordar a los payasos de la tele. Duro diez días porque no era todo lo experto que debía ser en las herramientas en las que se suponía que era experto. Y porque su dedicación al trabajo resultó ser menor de lo deseado.
Se le explicó que, por la naturaleza de la empresa, las llamadas con móvil están hasta cierto punto mal vistas. Pero aun así se pasaba horas hablando con sus amigos por los pasillos y en las salas de reuniones. Y cuando se le invitó a que lo hiciera desde los teléfonos fijos de la oficina, para evitar suspicacias al verle hablar con el móvil, lo hizo de tal forma que todos nos enteramos de que bebía y cuando, las chicas que le gustaban y dejaban de gustar, sus problemas con sus compañeros de piso, los nombres de sus amigos y cuando quedaba con ellos... demasiada información para diez días.
Cuando surgieron problemas y quedó claro que no sabía afrontarlos, mis compañeros más veteranos empezaron a retirarle competencias, para evitar no solo que estorbara, sino que los agrandara. Y aunque procuro generar un ambiente de rebelión sindical para protestar por situaciones que para él eran abusos y para nosotros nuestras responsabilidades, lo único que consiguió fue unirnos en su contra. Acabó yéndose por si mismo justo el día que mi jefe había decidido que la situación era crítica y le iba a despedir.
Al poco de irse comenté con mis compañeros que me había puesto muy nervioso como se presentó con la corbata el primer día. Todos se habían dado cuenta y habían pensado lo mismo, pero nadie había dicho nada. Y al recordar cada uno las anécdotas personales que habíamos tenido con él nos dimos cuenta de que casi había sido peor de lo que creíamos. O quizás fue que lo destripamos, no sé...

- Otro del que tenemos anécdotas curiosas fue el primer becario que entró cuando yo dejé de serlo. Era un tío muy majo y muy abierto, un magnífico relaciones públicas que caía muy bien a casi todo el mundo. Aunque perdió un poco el interés con el paso de los meses y bajo un poco su rendimiento.
Con el tiempo descubrimos que tenía mucho predicamento entre las secretarias de la oficina. Y había un departamento que le llamaba "el señor de los anillos" porque siempre llevaba varios en cada mano. Y cuando se ponía camisas ligeras, a veces se transparentaban sus tatuajes, lo cual no le hacía mucha gracia a los jefes.
Un día alguien llamó a la oficina y su contestación fue "Me parece que te estás equivocando", con un tono al más puro estilo mafioso. La frase se ha quedado marcada en nuestro subconsciente colectivo, y sale de vez en cuando, cuando nos llaman preguntando por "El Mundo" o "La Once", algo demasiado frecuente.
Cada poco recibimos cartas en la oficina que van destinadas a su nombre y en las que se refieren a él como el encargado de la seguridad de red o de otro tipo de tareas, y nos reímos un rato a su salud. Lo cierto es que suelen ser cartas de empresas que no nos interesan pero a las que él atendía para quitárselas de encima, dándoles sus datos para que enviaran información. Pero de cuando en cuando resulta gracioso ver como ha "prosperado" laboralmente.
Acabó su beca con nosotros y siguió estudiando para terminar la carrera.

- Y el último del que hablaré por hoy es uno de los últimos becarios que hemos tenido. Otro buen chaval, que aparentemente se fue de la oficina con buen sabor de boca y que no renovó su beca porque quería continuar estudiando. Le voy a sacar punta, pero lo cierto es que era muy buen tipo.
Era un chico que probablemente tenía algún problema de hiperactividad. Por ejemplo, no es que mordisqueara levemente los bolígrafos, directamente los mascaba. Dejar caer uno cerca suyo era perderlo para siempre o recuperarlo a medias y cubierto de babas. Y a veces le costaba coger datos al vuelo. Cuando recogía alguna llamada, era muy típico que se equivocara con quién llamaba, o que no recogiera suficiente información. Recuerdo una ocasión en que recogió una llamada y nos dijo:
"- Es Demencio, del departamento '7'. Dice que le falla la herramienta 'X'".
Nos quedamos muy extrañados, porque en nuestra empresa no hay ningún Demencio, y por supuesto menos en ese departamento. Departamento que por otro lado, no usaba la herramienta que nos mencionaba.
"- ¿No será Remigio, del departamento '3'?".
"- Uhm, un segundo... ¿perdona, eres Remigio?... Sí, es Remigio".
Y, claro está, la herramienta no era 'X'...

Además, tenía problemas con el inglés, y no podía coger llamadas extranjeras. Pero lo peor era como pronunciaba algunos vocablos de la lengua de Shakespeare. Sobre todo palabras técnicas que casi todo el mundo conoce. Así, aprendimos que 'backup' se pronuncia 'bacú' (la primera vez que nos lo dijo, no nos enterábamos), y que las palabras 'firewall' y 'firmware' se confunden en ingles y se pronuncian por igual 'firguar'.
Aparte de esas pequeñas cosas el chico era muy nervioso. A veces le venían a la mente preguntas y tenía una necesidad vital por que se le contestaran. Preguntas casi siempre banales, pero que a él le preocupaban en demasía. Te inquiría con frecuencia ("¿Y eso puede ser?") hasta que obtenía una respuesta que le tranquilizara. Y si se trataba de Formula 1, podías olvidarte de que se olvidara, nunca hallaba la paz... Un día nos preguntó si conocíamos algún sitio de buffet libre (esos en los que comes todo lo que quieras) de marisco en Madrid, y no comprendió que quizás no era el producto más recomendable del que desear un buffet libre, así que nos tuvo con preguntas sobre la salubridad de algo así durante un buen rato.

Pero lo que más le recuerdo, y con admiración, es como realizó en apenas unos minutos una tarea que nosotros considerábamos que le llevaría varias horas. Se trataba de un proceso totalmente repetitivo pero que no podíamos automatizar, y que se iba a realizar una única vez. Le explicamos lo que había que hacer, y cuando se puso a ello parecía que le acababan de dar cuerda. Im-presionante. Había que verle mover el ratón y pulsar el teclado sin retirar la mirad del monitor, pasando uno por uno por todos los casos a modificar a una velocidad de vértigo... Hoy por hoy aun no hemos encontrado ni un fallo en aquel trabajo...


Bueno, pues creo que con esto puedo dar por terminado el post. He de confesar que, con excepción de la primera persona de la que he escrito, conservo muy buen recuerdo y una buena imagen de mis ex compañeros de trabajo mencionados. Supongo que todos tenemos nuestras peculiaridades y rarezas, y que habrá por ahí algún blog que saque un poco de quicio mis defectos. Sin acritud, pues. Espero que nadie se lo tome a mal.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jejejejeje buen post...por fin me animo a escribirte algo....tenia ganas de que publicaras este post...ahora me he quedado con ganas de mas

Teseo dijo...

Yo en los pocos trabajos (diversos) que he tenido he echado en falta el trabajo en equipo. Seguramente hubiera acabado con algún que otro problemilla, pero es algo que a casi todo el mundo le gustaría vivir, como aquellos niños que han estudiado en sus casas y no han experimentado el día a día con sus compañeros de clase (p.e.: Amelie ;D)

Buen post.

oligoqueto dijo...

Bueno, teseo, el grupo en el que trabajo es especialmente bueno. De hecho, este fin de semana he estado con un par de compañeros de fin de semana aventurero, y el siguiente seguramente algún otro se apunte a un concierto...

Los casos mostrados son ejemplos de peculiaridades, pero solo el primero fué una mala experiencia, los otros dos, más allá de lo que cuento, eran personas muy agradables, y mi balance en cuanto a compañeros de trabajo es abrumadoramente positivo.