miércoles, 23 de julio de 2008

Obsesiones... o porque no juego al ajedrez.

Debía correr algún año de finales de los años 80' o comienzos de los 90' cuando, un verano en el que no tenía casi nada que hacer, me dejaron en casa una máquina de ajedrez.

La máquina era la típica tabla de ajedrez con los escaques sensibles a la presión y un led para identificarlos. Y constaba, además, de todo el juego de figuras negras y blancas. Vamos, nada fuera de lo normal. Su funcionamiento era muy simple, presionabas con la figura a mover el escaque desde el que la desplazabas y luego aquel en el que querías dejarla, y pasaba el turno a la máquina, que indicaba su movimiento con los leds de los escaques. Lo dicho, simple, todo lo simple y complejo que resulta el ajedrez, mover las piezas en turnos intentando alcanzar una posición en la que el rey enemigo quede amenazado y perdido, en jaque mate.
Una tontería, todo el mundo sabe que el ajedrez es muy fácil.... Parece mentira lo ingenioso y retorcido que puede llegar a ser, y los recursos mentales que se requieren para completar correctamente una partida.

Bueno, pues aquel verano, llegadas esas maravillosas vacaciones escolares que parecen infinitas, me aficioné al ajedrez, y me obsesioné con aquella maquinita de una forma muy malsana. Tan malsana que creo que durante unos 15 días no salí de casa, y lo único que hice fue jugar al ajedrez, leer y alimentarme. Lo normal en un niño cuasi adolescente cuando tiene tiempo libre...

Pero pasó algo que hizo que diera de lado por completo a la maquinita de ajedrez, y que desde entonces solo haya jugado algunas partidas de forma muy eventual. Algo que me preocupó hasta el punto de que yo, siendo aun un irresponsable imberbe, tomé la decisión de dejar de jugar, sin influencias de adultos (a los que seguramente les pareció muy curioso que dejara de jugar tan de repente)...

El primer día que salí a la calle después de aquella profunda inmersión en el bipolar mundo del ajedrez, empecé a pensar de una forma muy extraña. Como si yo mismo fuera una figurita, participando en un enorme ajedrez humano que tuviera lugar en la acera, en las calles, entre los arboles, en los parques. A donde fuera que fuese, me cruzaba con otras personas e, instintivamente, mi cabeza empezaba a desarrollar jugadas para comérmelos: "Si yo fuese un caballo, y ese tipo un alfil, mi movimiento tendría que ser Ce5 para situarme en posición de jaque sobre ese señor de allí, que es su rey en d2". Eso aparte de ver el suelo en dos colores arlequinados y, cuando me daba por ser alfil, evitar pisar el color contrario. Vamos, que salir a la calle fue toda una aventura.


Cuando me di cuenta de que algo iba mal y asumí que me estaba obsesionando, guardé el ajedrez y dediqué aquel verano a actividades menos absorbentes. Pero aun hoy, cuando veo un tablero y toco esas contoneantes figuras, recuerdo los tiempos en que fui torre o peón, o alfil o caballo, y un pequeño escalofrío pasa por mi nuca. Porque me quedó claro que, muy dentro de mí pero lo suficientemente cerca como para poder ser sacado, reside un obseso capaz de dar jaque a cualquiera solo por el placer de ser capaz de desarrollar una jugada perfecta.

Y eso, tan cercano a la enfermedad, asusta de solo pensarlo...

11 comentarios:

Jove Kovic dijo...

Tú lo has dicho, muy cercano a la enfermedad. ¿ Sabías qué, en algunos hospitales, se han creado unidades de deshabituación para ajedrecistas? Pues eso.
A partir de ahora le prescribo un tratamiento antirrecaída a base de salir todos los días a tomarse unas cañas con los amigos. Debe repetirlo cada vez que vea el suelo con tapiz arlequinado o tenga la sensación de que algunas personas se mueven sólo en diagonal.

oligoqueto dijo...

Soy lo suficientemente ingenuo para creermelo y lo suficientemente desconfiado como para mirarlo en internet...
Seguiría su consejo si bebiese, pero así me costaría mantener mi obsesión de no pisar las rayas...

Saludos.

Jove Kovic dijo...

Jajajajajajajajaja!!!!
Qué tengas un buen día...

Anónimo dijo...

Con lo que a mí me gusta este juego y tal...deberíamos echar unos lances para erradicar esas obsesiones de antaño y darle a la neurona.
Te arrojo un guante.

Saludoxxx.

oligoqueto dijo...

Ni de coña kiko...
Te conozco, sé lo que puedes hacer con esas piezas, forastero...

No, en serio, conmigo no tienes ni para empezar. Lo dejé y no lo he retomado en demasiado tiempo.

Por cierto, no comentaste en el post de la Apóptosis. Y estaba inspirado por tu insistencia.

Un abrazo.

Luna Carmesi dijo...

uuinnsss
Aqui David Linch podría hacer un guión interesante...

Anónimo dijo...

Pues ni me di cuenta de tu post de la apoptosis (me he dado cuenta de que no lleva tilde), jurótelo. Lo buscaré y lo leeré con fruición.
Si es que esta palabra siempre me ha llamado la atención.
VIVA EL SUICIDIO CELULAR !!

Abrazos.

oligoqueto dijo...

Bueno, como sucede con algunas otras palabras de origen clásico, hay quién las pronuncia de una forma y quién las pronuncia de otra.
Yo te puedo asegurar que en mis clases de biología mis profesores la pronunciaban como apóptosis, pero es cierto que la he oído también como apoptosis.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pues a mi me pasa lo mismito, pero con el Buscaminas.... ¿Hay unidades de esas para mi caso? Lo de las cañas y amigos ya lo hago, pero no se me quita... JL

Anónimo dijo...

A mí me pasó algo similar un verano, hace no muchos años, con el juego Commandos.

Después de sesiones maratonianas de inflitrarme tras las líneas enemigas me ponía a ver partido de fútbol en la tele e inmediatamente imaginaba el ángulo de visión de los jugadores oscilando de un lado a otro, me asomaba al balcón y sucedía otro tanto con los transeúntes, iba por la calle y pensaba desde donde podía atacar sin ser visto u ocultarme...

Juro que veía la sombra verde superpuesta sobre la realidad!!!

Menos mal que soy pacifista

oligoqueto dijo...

Auguro problemas parecidos en breve para Alex Wolff, "A mi me salio un 8..." (alias chiripon), y a un servidor, pero con fichas de Risk...