miércoles, 27 de febrero de 2008

La compra.

Una de las cosas más pesadas del mundo es hacer la compra. En mi casa (o en mi caso, da igual) es un proceso que se realiza más o menos una vez por semana en uno de esos supermercados enormes de las afueras de Madrid.

La rutina viene a ser siempre la misma: aparcar, coger un carro, seguir el mismo recorrido aprendido (1- útiles de cocina, 2- higiene personal, 3- carnes, pollos y huevos, 4- frutas y verduras, 5- productos frescos, 6- leches, 7- arroces, pastas y legumbres, 8- aceite, vinagres y salsas, 9- zumos y refrescos, 10- productos de limpieza, 11- conservas y frascos de verduras, 12- lácteos y 13- congelados), ponerse en una de las colas de las que te llevan las cosas a casa y vuelta al hogar.

Desde que mi padre está más perjudicado, me toca llevar a mi madre. Así ella sale un poco también. Solemos ir entre semana, por la tarde-noche, y aunque ya tenemos la mecánica del proceso muy cogida, no deja de ser una actividad bastante pesada para mi gusto. Además, a veces, movilizar a mi madre cuando se lía con cosas fuera de la rutina me desespera. Pero que se le va a hacer, es lo que me toca.
Ahora bien, según se acumulan mis visitas al supermercado, va forjándose en mí una idea un pelín retorcida pero que probablemente pueda aligerarme la tarea. Me he dado cuenta de que la gran mayoría de los productos que compramos en casa coinciden con los que compran otras familias. Así que me estoy planteando cambiar la rutina y dedicarme a observar. Buscar clientes con un perfil parecido al mío y esperar a que dejen el carro aislado mientras se van a buscar algún producto, para apropiarme de el y tener así la mayor parte de mi propia compra ya hecha.
Habría que estudiarlo más en profundidad, pero calculo que así podría ahorrarme más de una hora de compra por día, lo cual redundaría en tiempo ganado para mí, para leer, para culturizarme...

Soy de la creencia de que la cultura es lo más importante, por lo que se podría decir que todo el plan está enfocado hacia una buena causa. Así que solo me queda tomar la decisión y lanzarme.
Pero hay una idea que me perturba y me impide llevarlo a cabo. Cuando pienso en la familia, quizá con niños, que se haya pasado horas recolectando sus productos... Me los imagino consumidores como yo, sibaritas de vez en cuando, felices ante la idea de terminar de una vez sus compras y deseando llegar a casa. Y no dejo de cuestionarme:

¿Y si al ir a pagar me han colado un producto carísimo?, los muy cabrones...

5 comentarios:

Teseo dijo...

¡Los muy cabrones...! Jajajaja.
En mi caso (o en mi casa, da igual), yo compro parte de la compra de cada día en un supermercado cercano. Y la verdad, es que resulta tentador lo que sugieres, por lo que tendré que tener más cuidado de la cesta (el número de artículos que compro de una vez no son muchos) y de los que creen que la cultura es lo más importante ;).

¡Que la próxima visita al Carrefour te sea leve, oligoqueto!

Anónimo dijo...

Si se me permite la observación, ya es eres lo bastante sibarita como para que muy probablemente salieses ganando al dar el cambiazo!. Y no te quejes tanto de la compra, que por lo que se ve te estás perdiendo dos de las cosas más maravillosas de todo el lío:

a) Cargar un carro hasta arriba de cosas, habitualmente con una rueda en precario (lo que le hace desviarse permanente y molestamente hacia un lado) hasta el garaje, disponer las bolsas ordenadamente en el maletero y/o asientos traseros, con mucho cuidado de no aplastar los huevos/verduras/frutas/envases de vidrio para, una vez de vuelta al hogar deshacer todo el proceso pero SIN AYUDA DE CARROS NI ESCALERAS MECÁNICAS!!!, dejar el coche mal aparcado mientras haces varios viajes al portal/ascensor con los dedos de ambas manos al borde de la amputación, prever un paquete suficientemente pesado para sujetar puertas de las de muelle (que menuda fuerza tienen las muy cabronas) y otro paquete suficientemente voluminoso para tapar la maldita célula eléctrica del ascensor asesino. Asi hasta que llegas a casa con la lengua fuera, y despues vuelve a bajar a aparcar bien el coche y otra vez a casa a guardar toda la mierda de compra en sus correspondientes habitáculos,...

b) Encontrarte a fin de mes, y sin que falte uno solo, con el extracto de la tarjeta de crédito, más la letra de la hipoteca, más le del coche, más la luz, más el gas,... QUE VIVAN LAS MARCAS BLANCAS!!! Que en definitiva son lo mismo pero en feo y valen menos.

Por cierto, tengo desde hace un par de semanas un regalo pendiente para darte, y como amigo tuyo que soy este regalo que te debo te lo voy a dar, etc, etc,...

oligoqueto dijo...

Gracias por presentarte por aquí, Teseo, seguiré viendo tu blog de vez en cuando a ver si actualizas. Por cierto, me ha gustado tu continuación...

Y Roberto, lamento que ya no seas el mismo...
Yo tengo pendiente algún regalo par tí también. A ver si quedamos este fin de semana, e intercambiamos. Pero, por favor, envíame alguna pista...

Anónimo dijo...

Soy solo más viejo, lo mismo que tú, o en todo caso, citando a Alberto Caeiro mal y de memoria "yo soy siempre el mismo, solo que visto desde distinto lado". Toma ya. Como tiendo a citarlo mucho, recomiendo a todo el mundo que lea a Pessoa, bajo cualquiera de sus heterónimos, aunque más vale hacerlo con mucha prevención. Blandos de espíritu, abstenerse, creedme. Volviendo al turrón, cualquier dvd de Billy Wilder exceptuando "El Apartamento", que ya la tengo, me hará un avío perfecto.

Anónimo dijo...

Y gracias, que se me olvidaba!