lunes, 11 de febrero de 2008

Filosofía tejana.

Vivir en Texas debe significar algo así como que la vida es dura y las cosas son como son y tal cual se han de aceptar. Que no hace falta correr para llegar a donde vamos y que luchar es una forma de vida, pero que luchar por luchar es tontería. Y que el desierto, el calor, cazar para sobrevivir, las armas... son tan comunes y tan intrínsecas a la propia existencia humana como respirar o que te lata el corazón.

Si algo deja claro la película "No es país para viejos" es que los tejanos son gente diferente. Gente que observa la vida según les pasa, y que se toman con calma los sucesos que les rodean. Gente que asume su realidad con la naturalidad del que sabe que incluso los milagros suceden, y que no van a dejar de ser quienes son aunque del cielo lluevan elefantes.

E inmersos en esa idiosincracia, los personajes de la película se dejan llevar por sus actos como si sus actos no fueran parte de una vida, y como si toda su existencia fuese un gran guión del que, no saben muy bien como, forman parte.
En esa idea, hay policías hijos de policías nietos de policías, que han visto de todo y que prefieren no llevarse las manos a la cabeza. Que no rien ni pestañean, ni saben que harán cuando se retiren, pero que hacen su trabajo con la responsabilidad del que sabe cual es su deber. También hay vaqueros que cazan para sobrevivir, que aceptan la muerte como un proceso natural, y encuentran a las presas heridas como si encontraran un tesoro. Y que defienden su presa no tanto por el valor de la misma como porque es su presa y ellos son sus cazadores. Y, por último, hay asesinos que tienen en su vida el objetivo de matar y no enjuician su trabajo desde ningún punto de vista moral. Asesinos que creen que ese es su destino, y que el destino puede venir marcado por la imagen que muestra una moneda lanzada al aire. Simplemente, asesinos con un concepto del deber tan fuerte como el de los policías, aunque con diferente idea de cuales son sus deberes.


Toda la película está salpicada de diálogos que, si no te permites entrar en esa forma de ser, pueden resultar absolutamente estúpidos. Pero que funcionan a la perfección en su todo. Las situaciones extrañas se suceden una detrás de otra con la naturalidad con la que sus personajes las viven, como si solo fuese vida.
Y, finalmente, el conjunto de la historia, con su extraño principio y su conclusión inesperada, y con sus miles de situaciones extravagantes entre medias, acaba en una redondez perfecta, en una especie de costumbrismo mágico que une cada hilo, dándonos a entender que la vida es así sin más, por raro que parezca.
Y que la historia continúa, porque la vida continúa mas allá de quién la viva.

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