jueves, 14 de agosto de 2008

Live is life

Opus, pero el bueno.
Tendría 11 o 12 años, y estaba con el colegio pasando unos días en una granja escuela cercana a El Escorial, donde el monasterio.
Por aquel entonces aun no era un fan de la música, y creo que todavía no me había comprado ningún disco por mi cuenta pero, ventajas de tener hermanos mayores, tenía un monton de casettes grabadas con mucha de la música que heredaba de ellos.

Aquella mañana me desperté muy pronto, antes que el resto de mis compañeros (los de mi clase y los de otras, algunos menores y algunos mayores). Dormíamos separados por sexos, un barrracón masculino con todos los chicos y otro femenino para las chicas, y aunque ya entraba algo de luz por las ventanas no había ni un ruido en la sala. Pero como una vez despierto me cuesta volver a dormirme me quedé tirado en mi cama, la parte superior de una litera, y decidí pasar el rato escuchando algunas de aquellas cintas que me habían acompañado.
Tras unos minutos de inmersión musical que repasó diferentes artistas ochenteros, llegó un momento en que me olvidé por completo de donde estaba y quién me acompañaba. El poder de la música. Y entonces comenzó a sonar aquella canción, "Live is life", de Opus.
Sin darme cuenta empecé a cantarla, bajito al principio, a voz en grito después, inmerso en mis auriculares a todo volumen...
- Live is life, nanana na nana...



Cuando me di cuenta todos mis compañeros estaban despiertos, y un monitor de la granja se había acercado para ver si los berridos que escuchaba se debían a que alguien estaba enfermo, que había una pelea o, quizás, a que algún animal suelto se había colado en el barracón. Temporada de matanza no era, así que eso sabía que no podía ser...

Y así fue como descubrí que, cuando uno escucha música a alto volumen con auriculares, es fácil que pierda la noción de lo que sucede a su alrededor, y que más vale ser prudente al hablar o cantar, pues al no oirte tiendes a elevar la voz. Lo descubrí de forma traumatica para mis amigos y compañeros, pero es una lección que nunca olvidaré (y que más tarde me recordó mi amigo Caco, compañero de la universidad, cuando le presté mi walkman y, una vez comenzada la clase, me comentó a voz en grito, cortando a una profesora que explicaba las bases de la fotosíntesis: "Es bueno esto ¿eh?...").


PD: En esto de los blogs parece ser que hay quién da premios a otros blogs, por lo que les guste o por lo que les llame la atención. No soy muy de premios, pero me han dado uno, y no puedo menos que agradecerlo. Muchas gracias Ayshane, no lo merezco.

3 comentarios:

Jove Kovic dijo...

¿ Y el colegio que os llevaba a barracones segregados era del Opus malo? Por cierto, parece que estemos hablando de colesterol.
Otra pregunta: ¿ Al pobre Caco le dejaron acabar la carrera, o al menos la clase?
Saludos.

oligoqueto dijo...

No, no, Dios nos libre, todo lo contrario... De lo más rojeras que te puedas encontrar en un barrio medio pijo de Madrid...
Y Caco superó la carrera sin muchos problemas, y con varias anécdotas de ese tipo a sus espaldas (en una ocasión otro profesor le despertó de una siesta durante su clase al grito de "¡Fuego! ¡Fuego!").

Jove Kovic dijo...

1.- Tranquilizado me hallo, el Opus malo es muuuy malo.
2.- Caco apunta maneras de personaje literario.
3.- Saludos desde la BCN infestada de turistas.