viernes, 28 de marzo de 2008

Fútbol

Hace unos años empecé a darme cuenta de que el mundo del fútbol está podrido.
Que es un negocio publicitario, que se le da una importancia que no tiene y que está lleno de gente que se aprovecha de la pasión de los demás para enriquecerse...
Aun así, yo ya estoy perdido para la causa. Llevo tantísimos años metido en el juego que hoy por hoy me es imposible desengancharme. Y aunque he reducido enormemente la dosis, lo cierto es que no me pierdo los partidos más llamativos (sic).


Cuando caí en como funcionaban las cosas, empecé a odiar que me gustara el fútbol. Nunca llevé muy bien a los típicos forofos que iban al estadio y no racionalizaban las jugadas, esos que gritan animaladas al arbitro y los rivales a la mínima. Pero hoy por hoy siento desprecio por la pasión que despierta porque creo que es una pasión totalmente manipulada por los medios, que lo han convertido en un producto de consumo masivo. Y sigo sin entender la violencia que genera ni como nubla la mente de muchas personas.
Pero yo mismo me sigo maravillando ante la calidad de algunos jugadores y por dentro me siento muy falso cuando me reuno a ver un partido con los amigos y veo como se desatan los sentimientos ante las jugadas más bonitas, o al conseguir victorias importantes. No dejo de preguntarme como algo tan tonto ha llegado a ser tan importante para mí...


Eso sí, de lo que no renegaré jamás es del juego en si mismo. La sensación de liberación que he podido vivir corriendo detrás de un balón y dejándome el aliento persiguiendo a un delantero rival o marcando un gol, no la cambio por casi nada. El sudor, el esfuerzo hasta los límites y sentir como tu cuerpo se agota, así como la competitividad, el pelear por ganar aunque después del partido no ganes nada... El disfrute que produce la competencia física es tan distinto al que producen los actos intelectuales que resulta muy complicado intentar siquiera explicarlo.

Es por eso que este año y seis meses que llevo medio lesionado e incapacitado para jugar en plenitud de condiciones (casi incapacitado para jugar sin más durante muchísimo tiempo) ha resultado muy frustrante en muchas ocasiones. Y ahora que poco a poco empiezo a estar mejor, no puedo evitar sentirme muy feliz cuando termino un partido machacado, pero sin dolores especiales...
En cierta forma, veo la luz.

Ojalá siga mejorando, y ojalá dure. Es muy tonto, pero lo necesito...

1 comentario:

Anónimo dijo...

No podría coincidir más contigo en este post, pero primero quería decirte que siento lo de tu lesión, yo arrastro una pubalgia que me hace jugar con dolor desde hace tiempo, pero aún asi no lo sacrificaría por nada del mundo. El fútbol ya es una empresa en muchos sentidos, interesa el dinero y se olvidan del placer de ver jugar bonito, a veces incluso yo he celebrado una victoria solo por los puntos en juego, y es triste, porque me encantan los partidos de ida y vuelta, las oportunidades falladas, el acoso y dominio en el área rival...quizás he perdido pasión, o la he racionalizado, antes sufría más con las derrotas y me llegaban a amargar el dia.
Pra mi el partido de los domingos, aunque sea una liga municipal, es una via de escape, un auténtico desahogo, y ganar, ganar con mis amigos es algo indescriptible, sobre todo si te sientes satisfecho de ti mismo, me alegro de hayas vuelto porque te entiendo perfectamente, mucha suerte y ánimo.