Recuerdo que aquel día me desperté y me fui directo a la ducha, como cualquier otro día. Como siempre, puse la radio mientras me vestía, preparándome para ir al trabajo, y fue entonces cuando escuché la primera noticia sobre un posible atentado en Atocha. Y poco después, la confirmación de que había habido una explosión y que parecía haber víctimas.
Salí de casa con la mochila preparada para ir a clase después del trabajo, y me fui directo al metro sin saber más. Era otro de esos días malos que nos tocaban de vez en cuando, esa asquerosa rutina a la que ya estábamos acostumbrados. Y unos tres cuartos de hora más tarde llegué a la oficina.
Las noticias ya eran bastante malas. Se hablaba de un número de muertos que empezaba a resultar impactante, más de 20. La gente se lanzó a contactar con sus familiares para confirmar que estaban bien, y yo me puse a seguir las noticias a través de internet, hasta que se hizo imposible por la saturación de los servidores. Y poco después dejamos de poder hacer llamadas por la propia saturación de las líneas telefónicas.
Las informaciones que fueron llegando no hicieron sino empeorar poco a poco, y el sentimiento de gravedad se fue apoderando de nosotros. Pronto quedó claro que ese día no se podría trabajar con las comunicaciones, aunque de mucho en mucho conseguíamos conectar con la página de un diario, solo para descubrir que el número de víctimas era más alto. Y cuando por fin volvieron las comunicaciones, quedó claro que no se podía trabajar.
Al final, cuando llegué a la universidad casi a la hora de comer, habían suspendido mi clase y empezó el runrun entre los que allí estábamos sobre lo que había pasado, quienes, como...
Lo que pasó después entre los medios y los políticos me da un poco igual, no tiene verdadera importancia en mi vida. Pero sí que recuerdo que el atentado me cambió por dentro y que después de unos días, cuando por fin fui del todo consciente de lo sucedido, pasé un tiempo muy triste, casi vacío...
Y que al leer las distintas historias personales de las víctimas en el periódico me daban unas ganas tremendas de llorar, y se me hacía difícil entender que algo así sucediera. Sobre todo porque sucedía demasiado cerca.
Hoy no podía dejar de acordarme de las víctimas de aquel atentado. Los que lo superaron con vida y nunca lo olvidaran, y los que lo reviven constantemente por el recuerdo de los que ya no están. Y los que se fueron. Y aunque nunca tendrán el consuelo que merecen ni recuperarán lo perdido, creo honestamente que hoy han recibido un poquito de justicia. No mucha, solo la que podemos permitirnos sin convertirnos en monstruos. Y creo que eso es bueno.
Ojalá sirva de algo, y ojalá no les olvidemos jamás.
Por su justa memoria...
miércoles, 31 de octubre de 2007
Recuerdos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario