martes, 30 de septiembre de 2008

La muerte no espera.

Paul Leonard Newman, nacido el día 26 de enero de 1925, falleció el pasado día 26 a la edad de 83 años, víctima de un cáncer de pulmón tan agresivo que ya el pasado agosto decidió retirarse a su hogar y dejar de enfrentarlo, consciente de que no podría superarlo.

La muerte de este tipo de personas es una de esas cosas que te enfrenta al hecho de que todo acaba, que nada perdura eternamente. No es que sea más importante que la muerte de cualquier otro individuo, pero cuando fallece alguien que, por su trabajo y su fama, ha alcanzado la inmortalidad en nuestra historia, ver que sus días se acaban como las de cualquier otro, que la muerte nos iguala y que por mucho que hagas acabarás muriendo, resulta en un temor paradójicamente tranquilizador.
Está claro que, en casos como éste, el personaje que fue no morirá jamás. Pero Paul Newman, como cualquier otro, no era más que carne y huesos, que se pudrirán cuando nuestro organismo deje de ser capaz de mantener la homeostasis, y dentro de poco no será más que materia inerte, como cualquier piedra.

Paul Newman era un mito. El favorito de las mujeres de la generación de mis padres, y un tipo cuyo carisma trascendió mas allá de su cara bonita hasta transformarse en el hijo que toda madre desearía, el yerno ideal, la pareja más deseable o el amigo favorito. Un tipo que caía bien y que deja como legado un montón de buenas películas que podremos seguir viendo con nuestra tecnología interminable.

Es curiosa la poca empatía que me ha despertado la noticia, lo confieso. Será por pura lejanía. La empatía funciona así, por impulsos básicos adquiridos con el acortamiento de las distancias. Por eso nos entristece más que se muera un blog cercano de un absoluto desconocido que personas que ya son parte de nuestra raíz cultural.
Pero aun así, por algún extraño motivo, no podía dejar de mencionar la muerte de este caballero del cine, no sé.
Descanse en paz, la vida continua...

1 comentario:

Jove Kovic dijo...

Estoy sensiblemente de acuerdo con lo que planteas en el post que es, dicho sea de paso, de los mejores que he leído últimamente. Pero es que yo soy un mitómano confeso, así que he sentido mucho la muerte de este soberbio actor que no conocía, lo que no deja de ser un poco absurdo, pero como tú dices, la empatía es un impulso.
La desaparición de blogs conocidos también afecta, pero pensar un poco sobre esta cuestión me ha llevado a algunas conclusiones poco edificantes que reservaré para foros más discretos.
En fin, te envío saludos muy cordiales y agradecidos por la amabilidad de tu ciudad con el turista.