martes, 31 de marzo de 2009

Gran Torino

Lo primero que me vino a la mente al terminar "Gran Torino" fue: "¿No era esta película una producción de 2008? ¿Estuvo nominada a algún Oscar?".
Y cuando me he puesto a investigar al respecto y he descubierto que sí, que efectivamente era del año pasado y que simplemente fue obviada por la Academia de Cine norteamericana, me he acordado de que cada vez que escribo el nombre del premio, esa estatuilla dorada llamada Oscar, no sé si escribirlo en mayúsculas o en minúsculas. Y que al final solo lo pongo en mayúsculas porque tengo algún amigo llamado Óscar, y no deja de ser un nombre propio. Porque si fuera por el nivel del premio, con injusticias así debería quedarse en minúsculas...

Y es que solo después de verla empecé a dudar de mi idea original sobre cual fue la mejor película del 2008. Hasta el momento no tenía duda de que la mejor que había visto y la que más me había hecho sentir era "WALL-E", otra olvidada del año pasado en alguna de las categorías estrella, aunque en su caso entendía que tenía mucho que ver el que sea una película de animación. Y ahora tengo dudas, aunque creo que sigo prefiriendo a ese maravilloso robot por encima del cascarrabias Walt, tan increíblemente interpretado por un actor tan grande como Clint Eastwood.

Las preguntas ahora son otras. "¿Como es posible que Clint Eastwood no fuese nominado a Mejor Director y Mejor Actor?" y "¿Como es que no estuvo entre las nominadas a Mejor Película o Mejor Guión?".
Creo que las respuestas solo las tienen en Hollywood, así que no me empeñaré en descubrirlas. Pero tengo la idea de que tiene mucho que ver con el hecho de que, en un año marcado por la llegada de Obama, una película que muestra algunas de las peores lacras que aun marcan la personalidad de la "América profunda" (ese par de palabras tan mal empleadas para referirse a los pueblos que conforman la raíz de los EEUU) no era del todo bienvenida. Por no mencionar el recuerdo que los Hmong suponen para su país. Así que este año tenía que ganar algo que saliera de la ilusión, de la victoria desde la chabola...


"Gran Torino" es una película maravillosa que trata del miedo. A lo desconocido, que se refleja en los choques culturales y, sobre todo, a lo conocido, a aquello que no enfrentamos porque sabemos que supone nuestro mayor error. Y trata, en definitiva, de la redención de ese miedo, que se consigue cuando uno descubre la bondad del contrario, o cuando consigue el perdón, propio o ajeno. El sufrimiento de Walt a lo largo de la película es tan fuerte que sorprende saber los motivos, en un giro que aleja al personaje del soldado que fue y lo convierte en el hombre que debería haber sido. Y el posterior giro final no es más que la consecuencia de haber encontrado el camino para perdonarse, la redención que su esposa siempre quiso para él.

Supone la despedida de Clint Eastwood como actor, al que se echará de menos de ahora en adelante. Ha hecho papeles tan fuertes a lo largo de su carrera que el simple hecho de verle ya supone ciertas cosas. Y él lo usa de maravilla para jugar con sus personajes, convirtiéndoles en personas cuando aparentemente son solo unos machotes salvajes. Me cuesta pensar en otro actor capaz de conseguir eso solo con su presencia.
Así que tendremos que conformarnos con seguir disfrutando de él como director. Pero mientras viva y sea capaz de crear películas como ésta, aun nos queda mucho que disfrutar.

Una injusticia que la película no adorne con un montón de premios su paso a la historia, aunque estoy seguro de que será recordada por encima de muchas otras más galardonadas ("Slumdog Millionaire", sin ir mas lejos). Y creo que, como me pasa con "Cadena Perpetua", "Gran Torino" será de esas que repitan con frecuencia en televisión y me enganchen una y otra vez como si fuera la primera vez que la veo.
Imperdonable perdérsela.

lunes, 30 de marzo de 2009

Las confusiones del ser humano.

Últimamente se habla mucho de lo que es el ser humano, otorgándosele un valor máximo y situándolo como el bien superior en la escala de valores a respetar. Se ha escogido una interpretación "maximalizada" del mismo para convertirlo en centro del espacio moral, y se está creando una atmósfera de defensa de los derechos humanos basada en ello que tiende a crear polos morales entre lo aceptable e inaceptable, como si todo estuviese perfectamente claro. Y, siguiendo ese razonamiento, se definen como opuestos al bien actos como el aborto, el empleo de células madre embrionarias o la selección de embriones destinada a fines curativos, pues de una forma u otra acaban con "seres" o "entidades" humanas.


Desde mi punto de vista, esto es bastante problemático, pues nos lleva a una falsa disyuntiva moral en la que se pretende hacernos escoger un determinado camino si pretendemos obrar bien. Pero se hace partiendo de lo que para mí es una interpretación inicial errónea, que es esa visión tan máxima del ser humano, con algunas raíces en una mala interpretación lingüística.

Es difícil discutirle a nadie que una célula embrionaria de la especie humana sea un ser humano, pues no hay más que recurrir al diccionario para darse cuenta de que esa célula es efectivamente un ser y que, dada su naturaleza, es humana.
También es difícil discutir que sea vida humana, exactamente por lo mismo. Indudablemente, esta viva, y es humana.
Pero también es contraintuitivo y muy difícil asumir que ese conjunto de células hayan de tener una consideración plena a nivel moral, como la puedes tener tú que me lees o yo que escribo, y personalmente lo discuto. Pues de hecho, con el mismo razonamiento, una célula dérmica es también un ser humano y no dejo de destruir alguna involuntariamente al rascarme. Y al hacerme un análisis de sangre mueren miles de seres humanos de una forma totalmente voluntaria.
Es por tanto fácil darse cuenta de que una simple interpretación de diccionario no constituye una buena forma de analizar el problema moral, y nos conduce a visiones nada realistas y profundamente demagógicas.

El verdadero dilema, ni mucho menos resuelto, surge en lo que debemos situar como la base de ese estudio moral. Y no está resuelto porque, si bien podríamos convenir en situarlo en el concepto de persona (dejando al margen corrientes biocentristas y sensocentristas), es este mismo concepto el que queda profundamente indefinido por sus diferentes interpretaciones filosóficas.
De hecho, según quién observe el concepto, se puede pasar desde considerar persona al recién formado cigoto hasta a negar tal consideración a un ser humano con retraso mental. Todo ello con posturas muy razonadas y hasta cierto punto lógicas y coherentes.
Recomiendo a todos los lectores curiosos que profundicen en ese análisis del concepto de persona para darse cuenta de hasta que punto es un problema complejo y para que, a lo mejor, lleguen a conclusiones que les permitan asentar sus convicciones o alcanzar otras nuevas.

Mi pretensión con este post no es dar mi propia opinión, que tengo y ya he ido emitiendo en otros posts a lo largo de la trayectoria de este blog, sino intentar que la gente que me lee vea, como yo, la disgresión hacia la que se enfoca a veces el debate.
Os encontraréis muchas veces con análisis del tema que intentan simplificarlo al máximo, llevándolo hacia extremos de abstracción tales que la verdad que se pueda obtener no tenga nada que ver con la realidad que podemos experimentar. Mi única recomendación es que, para no caer en idealismos demasiado alejados de la realidad, no dejéis nunca de comparar el avance de esas abstracciones con vuestra vivencia, y con las vivencias de aquellos que conozcáis. Porque las ideas pueden ser muy frías y las conclusiones sacadas de ellas absolutamente contraintuitivas respecto a nuestra forma de sentir las cosas, nuestra forma de ser.

Disculpad el consejo, no suelo darlos. Pero es que últimamente este tema me pone un poco nervioso, necesitaba soltarlo.
Saludos.

viernes, 27 de marzo de 2009

Conciencia pre-messenger.

Pertenezco a una generación pre-messenger, una que se crió sin internet (que no sin ordenadores), que hizo su carrera (la primera al menos, la segunda me pilló en medio) sin saber lo que significaba tener acceso a casi cualquier dato a través de la red, sin conocer el significado de la información inmediata. Y eso lo quieras o no, es una marca a fuego...

No soy tan viejo, ni muchísimo menos. Creo que cursaba 3 de carrera en biología cuando empecé a tomar contacto con internet, aunque nunca fue una referencia válida para hacer trabajos allí, en la universidad. Ni era una herramienta tan sobrecargada de datos como es hoy en día.
Y en casa debo tener una conexión rápida a la red desde algo así como el año 98, por lo que casi soy de los pioneros del ADSL...
Pero intentar compararme con chavales a los que saco cinco o diez años es como comparar una PDA con un tamagotchi, no hay por donde cogerlo. Lo que ellos han mamado, todo ese mundo de datos interrelacionados, esa forma diferente de comunicarse, como si el messenger o el Facebook fuesen parte intrínseca de su conexión al mundo... es algo que, honestamente, me supera.

Tampoco es que me niegue al uso de la tecnología, ni mucho menos. Trabajando en lo que trabajo, estoy muy acostumbrado a mantenerme al día con los avances del mundo. Y ya he dejado en este mismo blog alguna apuesta sobre el futuro que nos espera.
Es simplemente que no entiendo esa forma de interactuar con los demás. Y puede resultar curioso en una persona que escribe un blog, paradójico tal vez. Pero es que conozco ejemplos de gente que emplea el messenger para hablar entre si estando a pocos metros de distancia, como si fuese una ramificación más de su cuerpo que les permitiera seguir en contacto con otros aun cuando estén centrados en cualquier otro asunto. Y en cierta forma me asusta.

Comentando el tema el otro día con una de mis mejores amigos, nos dimos cuenta de hasta que punto ha cambiado el mundo. Como el me dijo, a veces las máximas virtudes de las cosas son también la raíz de sus mayores defectos. Y sospecho que esa capacidad de conectar las cosas que tiene internet nos está convirtiendo poco a poco en individuos demasiado dependientes del resto. Con lo bueno y malo que eso tiene.

Y por otro lado, yo le comenté lo que aparecía en la firma de una bloggera a la que conozco, exactamente:
"Navegar demasiado por Internet puede reducir tu capacidad de atención a 9 segundos. La misma que tiene un pez de colores.

Ted Selker en un informe para la BBC."
Otra pequeña muestra de como la inmediatez a la que nos hemos habituado nos está haciendo perder algunas cualidades (y cualquiera que tenga contacto con gente joven sabe hasta que punto tienen dificultades de concentración y falta de paciencia)...

No sé, igual algún día me convierto en legión, y entro de lleno en el mundo del Facebook que tan poco me llama, o me vuelvo a abrir una cuenta del messenger, como cuando la necesitaba en mi segunda carrera para hacer trabajos de grupo (poco uso le he dado fuera de eso).
Pero por ahora lo observo todo un poco desde fuera, con la objetividad de conocer lo que me rodea casi de forma obligada y el desapasionamiento receloso del que no le encuentra utilidad y en cambio si le encuentra fallos.

El tiempo dirá...

miércoles, 25 de marzo de 2009

El Guardián entre el Centeno

Me leí "El Guardián entre el Centeno" cuando debía, siendo un adolescente. Fue un libro que me pareció entretenido, muy interesante sobre todo por la forma en que se narraba la historia, aunque creo que no llegué a comprender demasiado lo que me contaba. Pero siempre lo recordé con cariño y hace un tiempo lo encontré en inglés y decidí comprármelo para releerlo.

Dejé pasar el tiempo tras la compra, apilándolo entre los libros a leer, y solo después de que me regalaran "After Dark", de Haruki Murakami, me acordé de que lo tenía por ahí. Creo que, aunque sean tan diferentes, el hecho de que ambos libros cuenten en parte historias de autodescubrimiento y enfrentamiento de la madurez me hizo asociarlos. Y aunque me ha costado un poco ir avanzando (no es que tenga un inglés difícil, aunque sea muy coloquial y ahora esté algo viejuno, es simplemente que tengo poco tiempo), acabo de terminarlo, y me ha parecido una novela estupenda que no me hubiese importado entender mejor cuando la leí más joven.

La historia de Holden Caulfield no se parece en nada a como viví mi juventud. Yo nunca fui un rebelde, ni me sentí hastiado por un entorno que no entendía y que no me entendía a mí (una cosa lleva a la otra, y viceversa, ¿no?). Pero aun así es fácil sentir empatía por ese personaje roto que huye hacia delante sin encontrar un sitio donde verdaderamente sentirse acogido, un hogar del que sentirse parte. A fin de cuentas, algo que sí viví, y que es en gran medida el problema de Holden, es el no tener muy claro que se desea. Una frustración que, en la novela, solo parece ser comprendida por su hermana Phoebe, pero que probablemente han compartido todos los adolescentes del mundo.
Y al final todos sus miedos y vivencias, sus altibajos, se leen con gusto y pena, con temor por saber si Holden saldrá adelante y con ganas de que todo acabe cuadrando en la vida de un joven que no sabe que aun no es un adulto y está perdido en un mundo demasiado grande para sentirse a gusto.

Como curiosidad, recordar que, como novela sobre la adolescencia que es, narra con especial destreza lo que significa no sentirse adaptado, por lo que ha sido nombrada en numerosas ocasiones como la obra favorita de algunos de los más famosos asesinos de la historia.

Y por último, comentar que la obra es muy cinematográfica, por mucho que a Holden le pareciera terrible que lo diga. Y estoy convencido de que, algún día se llevará al cine, quizás cuando muera Sallinger y alguien menos raro se haga con los derechos de la novela.
Espero verlo y poder criticarla aquí como siempre que voy al cine.
No dejéis de leerla.

lunes, 23 de marzo de 2009

Los abrazos rotos

Que puedo decir. Me apetecía mucho ver algo nuevo de Pedro Almodóvar después de "Volver", que para mí es una película fantástica. Y no es que "Los abrazos rotos" sea mala, pero la verdad es que me ha supuesto una pequeña decepción.

Ya me pasó con "La mala educación", que después de "Todo sobre mi madre" y "Hable con ella" resultó un fiasco. Aquella no consiguió engancharme en ningún momento porque no encontré la forma de sentir ninguna empatía por los protagonistas. Simplemente, la vi desde fuera, sin ningún interés.
Pero en este caso el problema es otro. La película lleva un ritmo demasiado lento que aburre por momentos. Y está dirigido buscando una afectación demasiado teatral que no ayuda precisamente a meterse en la situación, aunque tampoco deja frío como en "La mala educación". No, aquí lo que se nos cuenta es mucho más interesante y cercano. No es una venganza tan personal que sea difícil de entrar en ella, sino que trata pasiones más universales, amor, deseo, celos. Pero con un ritmo cansino, unos diálogos demasiado forzados y unos actores que interpretan con una fuerza superior a lo que lo narrado necesita.

Por el lado positivo queda buena parte de lo que es Almodóvar. Un estilo muy personal que se nota mucho en el empleo del color y en determinadas escenas con rebuscados planos que a veces rozan el manierismo, pero que a él le quedan bien porque no parecen artificiales. Son, por un lado, detalles simples como la decoración pop de las casas o el empleo de playas negras para enmarcar un beso. O, por otro, imágenes en los que se enfoca a un personaje en el reflejo del ojo de otro.
Es cierto que a veces puede parecer excesivo, pero es de lo mejor del manchego, y se agradece encontrarlo de vez en cuando, según avanza la película.

En cuanto al Almodóvar escritor, la historia tiene muchas de sus referencias habituales. Personajes muy típicos, pero que envuelven secretos y características muy especiales. Hay putas, hay gays, hay artistas llamativos... Pero en esta película se echa de menos algo que llame más la atención, que rompa el ritmo cansino de la historia. Y, visto ese estupendo final, ese auto-homenaje, falta combinarlo con ese humor tan suyo que ya no es el centro de sus películas, pero que se conjugaba tan bien en, por ejemplo, el drama de "Volver". Ojalá lo retome para la próxima.


Lo dicho, merece ser vista porque es Almodóvar y siempre se saca algo de sus películas. Pero no está a la altura de sus mejores obras dramáticas, y se hace cansada de ver. No se si recomendarla o no, así que la dejaré a vuestro gusto personal. Lo cual, por otro lado, es casi lo de siempre en un director como él.

viernes, 20 de marzo de 2009

Por desear que no quede...

Nunca he sido muy fan de Pink Floyd. Es más, casi podría decir que no me gustan más que algunas canciones y que, por lo demás, me cansan. Me pasa en general con el rock sinfónico y el progresivo...

Aun así, dentro de mi grupo de amigos, es una banda muy apreciada, y se han convertido habituales en los conciertos que la banda tributo "Australian Pink Floyd" da de vez en cuando en Madrid.

Como ya he dicho la lista de canciones del grupo que me gustan es corta. Casi solo me quedo con las más clásicas "Another Brick in The Wall" y "Money", posiblemente por repetición. Pero la que de verdad me gusta por encima de cualquiera, y tengo bien aprendida, es "Wish you were here", una obra que aprecio sobre todo por su fantástica letra, aunque no puede desdeñarse su estupenda guitarra.

El vídeo que os pongo está sacado del concierto Live 8, del 2005, en el que todos los miembros de Pink Floyd se reencontraron tras su disgregación en 1985.



Que ustedes lo disfruten.

jueves, 19 de marzo de 2009

Aborto y otros.

Con la última campaña de la Iglesia Católica (entendiendo como tal a su jerarquía eclesiástica, no al conjunto de feligreses), y el apoyo que está recibiendo desde numerosos frentes, es inevitable plantearse de nuevo el tema del aborto y posicionarse en uno u otro sentido, como una decisión personal ante la que sentirse coherente.

Es un tema peliagudo, no cabe duda, y es a veces desagradable dar opiniones que sabes que pueden molestar a mucha gente. Pero viendo como se pone el asunto, creo que todos debemos dar nuestra opinión, no quedarnos callados, para poner con ello nuestro granito de arena en pos de nuestras ideas. Y defender así los principios que consideramos fundamentales.

Yo estoy totalmente a favor de una ley de plazos como la propuesta, y me siento en cierto modo agredido por las formas en las que se presiona contra ella y contra cualquier forma de aborto, sobre todo desde las facciones más oscuras de la Iglesia Católica (desde este momento, la Iglesia, para acortar).
Y no me entiendan mal, no pretendo decir que no tengan todo el derecho del mundo a dar su opinión y presionar hasta cierto punto con los medios a su alcance (tal y como hago yo desde este blog). Pero creo que hay formas que superan los límites de lo correcto y se enrocan en lo demagógico, y me ofende que por el camino se me tache de inmoral, asesino y malvado por no pensar igual que ellos.

Mi mayor problema con la forma de entender la moral de la Iglesia es que, partiendo de donde parten ellos, es imposible llegar a un punto de acuerdo. Es decir, cuando se cree en Dios y se piensa que todo el bien emana de él, es inevitable llegar a la conclusión de que la moral es algo objetivo. Porque un Dios en una religión monoteísta es perfecto e infalible, sus designios son ley y el bien existe en función de ellos. Y la moral entonces se basa en ley divina, natural, y es por tanto única, no puede acordarse en puntos intermedios.
Mi experiencia en cambio es totalmente distinta. No soy creyente, dejé de serlo al plantearme la idea de Dios, y no creo ni en la ley natural ni en un objetivismo ético. Me definiría como relativista moral si no fuera porque casi nadie comprende mi forma de entender el relativismo. Y considero que, dadas las diferentes formas de entender el bien que tienen los diferentes seres humanos, es necesario llegar a acuerdos de convivencia en marcos legales que nos permitan a todos desarrollar nuestras aptitudes y alcanzar el cumplimiento de nuestras metas personales. Sospecho de quien cree tener "la verdad" y procuro buscar en los más alejados a mi forma de pensar los elementos que nos hacen similares y nos permiten tener puntos en común.

Por otro lado, defiendo la vida como el mayor de los bienes que poseemos. Pero no de la forma abstracta que utiliza la Iglesia y mucha otra gente, que se refiere a la vida humana como algo superior que siempre debe ser defendido, sea cual sea su forma, como si no nos perteneciera a cada uno de nosotros. Creo que sus postulados son tan amplios que acaban chocando con ellos mismos (para un buen ejemplo, se puede leer el siguiente texto, de la Global Catholic Network, escrito por un experto en teología moral, y en el que la postura recién explicada queda en entredicho). Y que esa intención de defensa de la vida humana por encima de cualquier otra cosa es su interpretación de la palabra de Dios y de su concepción de la misma como de un algo otorgado. Pero no entiendo que sea un postulado inquebrantable para mí.

No, yo creo en la vida de las personas concretas, en la de las que la están viviendo. De una forma muy intuitiva, valoro mi vida y la de las personas que quiero por encima de las del resto de humanos, ni más ni menos. Y valoro mucho lo que significa esa vida, no el simple hecho de vivir. Por eso considero que hay personas (por ejemplo) a las que se les debe facilitar morir. Pues, con toda su consciencia, han dejado de desear esa vida, han dejado de vivir. Y por eso estoy también a favor de la eutanasia. Porque el valor de la vida no debe ser un absoluto, sino que debe depender de cada vida en concreto y de la forma en que es vivida.

Este tipo de razonamientos pueden emplearse perfectamente para justificar la pena de muerte. Al menos para justificarla tanto como el estar dispuesto a dar la propia vida por otro. Y soy consciente de ello, no pretendo establecer un sistema moral perfecto ni, sobre todo, bonito. Digamos que preferiría que no se matara a nadie, aunque comprendo algunos casos (la autodefensa, por ejemplo, en un sentido amplio). Y está claro que, en el tema concreto del aborto, lo deseable es que nadie acabara recurriendo a él, pero igualmente comprendo que se lleve a cabo, y defiendo que es un derecho inalienable de la madre.
Porque las vidas de las personas son importantes. Y las de las madres, esas vidas concretas que están viviendo, son para mí muchísimo más importantes que la vida del embrión o el feto que se desarrolla en su interior. Una vida que todavía, en todo su sentido real y práctico, no "existe".

Se me dirá que sí, que esa vida existe, que es cercenada, que no se la deja desarrollar.
Pero hay cosas que no se pueden obviar, como su total dependencia de otra vida, y su falta de impacto real en otras vidas más que en la de la madre. Es decir, reitero para que quede claro, creo que no se puede obviar que no es una "verdadera vida", y no se puede comparar con el impacto que tiene sobre una vida que preexiste y de la que depende.

Decir ahora que ojalá que se reduzca el número de abortos, que espero que no se emplee como un método anticonceptivo y que el mejor camino para evitarlo es trabajar en educación sexual, puede sonar para algunos como una forma complaciente de justificarme.
Pero no lo es, es algo que creo de veras y que no se contradice con lo anteriormente expuesto. Simplemente, creo que para la madre es una experiencia terrible que debería intentar evitar por todos los medios mediante la prevención.

Pero tengo claro que no puedo meterme en esa decisión, una vez llegado el caso, que debe ser la mujer la que decida si el aborto es lo mas conveniente para su vida, y que eso es lo verdaderamente importante.
Lo demás... no existe...

miércoles, 18 de marzo de 2009

Ausencias.

Sí, ya sé que llevo unos días esquivo y que no mantengo un buen ritmo de publicación.
Pero es que últimamente mi vida ha entrado en un ritmo un pelín alto, y me cuesta encontrar tiempo para ponerme a escribir, aunque haya muchos temas que me apetezca comentar. Y el tiempo libre que he encontrado lo he dedicado a salir de Madrid e irme de fin de semana de esquí, con lo que ni siquiera tengo socorridas películas que comentar...



Pero voy a aprovechar las fotos de la escapada para hacer algo de bulto en el blog y que no os olvidéis del todo de mí. Más que nada porque no sé cuando recuperaré un ritmo de vida más relajado que me permita escribir más, y tengo que tirar de cualquier excusita para colocaros algo.



Prometo escribir algo más largo y pensado en los próximos días, seguramente el jueves, durante el descanso que tendré con lo del día del padre. Por ahora, ahí tenéis estas fotos tan blancas. Son una pequeña muestra, pero os recomiendo muy encarecidamente que entréis en el álbum de Picasa y veáis las panorámicas que he compuesto, porque son espectaculares.


Hasta pronto.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Billy Joel.

Billy Joel es uno de esos músicos heredados por vía filial y al que de vez en cuando regreso en busca de buenas melodías, aunque lleve ya un tiempo dejándose ver poco.
Me gusta porque el sonido del piano es especial para mí; lo siento, no se explicarlo mejor, pero el caso es que las buenas melodías basadas en él siempre funcionan conmigo. Y Billy Joel es un magnífico compositor al piano, que escribe muy buenas canciones y que encima tiene una voz bonita, así que en realidad alguien debería explicarme porque no debería gustarle a cualquiera.

Por desgracia, allá por el año 1993 decidió que su carrera como músico de pop/rock había llegado a su punto final, y desde entonces solo se ha dedicado a la música clásica y a dar algunos conciertos (lamentablemente, todos lejos de Madrid) recordando sus mejores canciones. Y hoy por hoy resulta difícil pensar que sacará algún nuevo disco, así que tengo que conformarme con escuchar sus grandes éxitos en casita, repasando sus letras y gritando con él en mi mejor falsete, al ritmo de "Uptown Girl".

Por suerte, Billy Joel tiene su propio canal de YouTube, con muchas de sus mejores canciones colgadas en vídeo. Eso quiere decir que sus vídeos están protegidos y no es fácil encontrar alguno para colgar aquí; pero significa también que se pueden ver con bastante buena calidad de audio y vídeo, así que os recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo a canciones tan buenas como "Just the way you are" (estupendo vídeo en directo), "Tell her about it", "You may be right", "The river of dreams", "My Life", "It's still Rock and Roll to me" o, por supuesto, la archiconocida "Piano Man".

Para terminar, para mí una de sus mejores canciones es esta "Lullabye", que por lo que he podido leer al investigar un poco para este post, se ha hecho bastante famosa últimamente con la película "Crepúsculo", que aun no he visto. Siempre me gustó, y me la aprendí de memoria cuando fue publicada, a comienzos de los años 90. Pero es que además la he empleado alguna vez (sin mucho éxito, la verdad) para intentar dormir a mis sobrinos, y por ello le tengo especial cariño:



No sé si el link durará mucho activo, pero espero que disfrutéis esta preciosa nana tanto como yo.
Grande el señor Joel...

lunes, 9 de marzo de 2009

Ghost Town

Como ya he dicho alguna vez por aquí, me gustan los temas esotéricos y paranormales. Me caen bien los Iker Jimenez, Fernando Jiménez del Oso, Javier Sierra y Miguel Blanco del mundo, no puedo evitarlo. Aunque en cierta forma me parezcan unos cuentacuentos fabulosos.
Pero de alguna manera ponen juntas mis venas científicas y las más soñadoras, y consiguen que me plantee sus imposibles con ánimo creyente, lo cual es mucho para un tipo que suele ser tan asperamente racionalista como yo.

Ese es también el motivo de que me guste una serie tan plana y repetitiva como "Entre Fantasmas". Siempre pasa lo mismo, con esos fantasmas traumatizados a los que hay que aliviar para dejar pasar al otro lado, por mucho que los guionistas intenten meterle chicha temporada tras temporada. Pero aun así me atrae.
Y probablemente ese sea el motivo de haber ido a ver "¡Me ha caído el muerto!", una película en la que un pobre hombre empieza a ver muertos y que en buena parte de la película se parece mucho a la serie anterior.

Pero no me arrepiento de haberla visto. En absoluto. Resultó que tiene de protagonista a un tipo vulgar con un sentido del humor prodigioso, muy inglés, salido directamente de la serie "The Office". Y que es en realidad una película a la que su título parece querer hundir en la miseria más que ayudar, porque cualquiera diría que se trata de algo cercano a los peores "Cruz y Raya", cuando es en realidad una buena comedia romántica, bien llevada y con numerosos momentos en los que desatar carcajadas a base de los comentarios de su personaje principal.

Me quedo con el buen regusto que me dejó, pese a ser bastante predecible casi todo lo que sucede. Y a que a base de ver semanalmente a la atribulada Melinda Gordon ya no sorprende el tema de los fantasmas. Porque me reí con gusto y ganas y porque lo hice sin necesidad de caer en imágenes y comentarios soeces, sino simplemente a través de diálogo e ingenio. Y porque se disfruta sin grandes aspiraciones, con puro ánimo de ser entretenido y divertirse.

Así que os la recomiendo para pasar un buen rato sin pensar demasiado en nada, como una de esas películas para desconectar. Y por si aun os quedan dudas por eso del título, quedaos con su nombre original, ese que da nombre al post: "Ghost Town". Que puede parecer de una película de terror más que de una comedia, pero que es sin duda mejor que el invento español que han decidido darle.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Maquiavelo y "El Principe"

Nicolás Maquiavelo fue un político florentino que ejerció distintos cargos de consejero y diplomático durante el final del siglo XV y comienzos del XVI.
Una mente muy incisiva, con una gran capacidad de análisis, que ha pasado a la historia menos por sus actos que por su obra literaria. Y una persona a la que se le recuerda sobre todo por "El Príncipe", un tratado sobre como debe actuar un gobernante en el ejercicio del poder para mantenerse en él, evitándose problemas y creciendo como estado.

Referirse a alguien como "maquiavélico" se ha convertido, con el paso del tiempo, en una forma elegante de llamar a esa persona "cabrón retorcido". Y es algo que en cierta forma se ganó Maquiavelo con "El Príncipe", aunque la verdad es que la obra tiene muchos méritos como tratado político y que su forma de valorar los actos en función de los resultados no deja de ser una consecuencia clara de la observación del pasado y la historia del poder.

Pero "El Príncipe" fue posiblemente la primera obra en presentar de forma realista el tipo de actos que un gobernante debe asumir, tanto honrosos como envueltos en fango, y ha conseguido que el nombre de Maquiavelo quede para siempre ligado a la idea de que el fin justifica los medios.

La obra queda muy centrada en el propio contexto personal de Maquiavelo, y en el histórico de Florencia.
Las vivencias de Maquiavelo como diplomático junto con algunos de los más importantes gobernantes de la época, así como su caída en desgracia tras el regreso al poder de los Medicis, le impulsaron a escribir su propio tratado político. Con él pretendía no solo volver a ganarse el respeto de la conocida familia mecenas, sino que intentaba además dar unas directrices que permitiesen al conjunto de estados italianos alcanzar una unión y una fortaleza similar a la alcanzada por otros estados de la época como Francia, Alemania o España. Y es entendiendo eso y conociendo un poco la historia como se encuentra una justificación fría y sin complejos morales de lo que Maquiavelo escribió.

Decir hoy en día que Maquiavelo fue un diablo (como sugiere el "Old Nick" con el que parece que se refieren a uno y otro los ingleses) resulta un tanto injusto, pero es evidente que ese nombre se ha convertido en algo que va mucho más allá de los actos y escritos del pobre Nicolás. Y es así como se le seguirá recordando por mucho tiempo que pase, ante el desconocimiento real de su obra por parte de la gran mayoría de nosotros.

Toda una demostración de que, por mucho que uno quiera ser recordado por sus actos, serán las palabras de los que nos sucedan y describan las que quedarán para la historia.

martes, 3 de marzo de 2009

Grafos.

Hace unas semanas, viendo la película Valkiria, con ese comienzo en el que Tom Cruise escribe en un cuaderno con una preciosa letra, me quedé pensando en como han cambiado las cosas con el avanzar de los tiempos, y hasta que punto la caligrafía ha dejado de ser algo importante.

Por mi casa aun quedan restos de manuscritos familiares, de mis abuelos y bisabuelos, en los que se observa la perfección de los trazos, y una calidad de letra que casi parece salida de un molde de imprenta. Letras que además, pese a ser perfectamente reconocibles, no tienen mucho que ver con las que yo aprendí en la escuela, y son ricas en rizos y ornamentaciones que nunca usaría, pero que son inequívocamente distintivas y mucho más estilosas de lo que jamás serán mis pobres rayas y curvas malamente garabateadas.


Mi letra es pequeña y rápida, como si la hiciera para que nadie pudiera leerla. Yo la entiendo, pero desde que no me hace falta que la entienda nadie más, me he decuidado mucho, y poco me importa si las diferentes letras se colapsan sobre si mismas o si no hay quién sea capaz de identificar una frase de diez palabras sin estar yo mismo traduciendo.
Y la verdad es que, en mi entorno, abundan las letras poco legibles. Hay puntuales y magníficas excepciones, incluso artistas de la caligrafía, pero es más habitual encontrarse con aquellas que parecen un electrocardiograma, el gráfico de un medidor de terremotos o la línea indecisa de una máquina de la verdad. Y la mía, es de las peores.

Imagino que no soy un caso único, y que hoy por hoy debe ser difícil encontrar a gente que tenga una muy buena caligrafía. La gente cada vez se ve menos forzada a escribir a mano, y la profusión de ordenadores hace que se pierda la práctica. Seguro que hoy en día los niños no tienen buena o mala letra, tienen Arial o Times New Roman, o una informal Comic Sans...
Pero viendo esas maravillosas firmas de antaño, y esas enrevesadas vueltas en las ges y las zetas de mis antepasados, no puedo evitar pensar que hemos perdido con el avance, por muy claro que quede ahora escrito todo...

Ahora, eso sí. Menos mal que existen letras de imprenta, porque si no todas estas tonterías que os cuento se perderían para siempre. Y no como lágrimas en la lluvia, sino más bien como rayajos de lana en un desordenado ovillo...