Me gustan muchas canciones, muchas. Casi todas por su melodía, muchas por su letra y bastantes por la combinación de las dos cosas.
Una de esas canciones que combina ambos aspectos es "Dont you want me?", de The Human League, el típico hitazo ochentero que te cagas, que hoy en día, con el revival que vivimos, podría volver a estar en lo más alto y que, por su historia, nunca llegó a pasar de moda.
Como encontrar su letra original es relativamente sencillo, os voy a poner aquí mi propia traducción, para que juzguéis hasta que punto es o no una canción eterna:
(En algo que creo que es azul marino, lo que canta él, en lo que me parece rojo, lo que canta ella)
"Trabajabas como camarera en un bar de copas
Cuando te encontré.
Te recogí, te hice reaccionar y cambié por completo,
te convertí en alguien absolutamente nuevo.
Ahora después de cinco años tienes el mundo a tus pies,
el éxito ha sido fácil para ti.
Pero no olvides que fui yo quien te puso donde estás.
Y que también puedo puedo devolverte al suelo.
¿No... no me quieres?
Sabes que no te creo cuando oigo que no volverás a verme.
¿No... no me quieres?
Sabes que no te creo cuando dices que no me necesitas.
Es demasiado tarde para descubrir
que crees que has cambiado de idea.
Más vale que vuelvas a cambiarla o ambos lo lamentaremos.
¿No me quieres, nena?
¡¡¡No me quieres... ooohhhh!!!
¿No me quieres, nena?
¡¡¡No me quieres... ooohhhh!!!
Trabajaba como camarera en un bar de copas,
hasta ahí es cierto.
Pero incluso entonces sabía que encontraría un sitio mucho mejor,
tanto contigo como sin ti.
Los cinco años que hemos pasado han sido muy buenos tiempos,
aun te quiero...
Pero ahora creo que es el momento de de vivir mi propia vida.
Creo que es lo que debo hacer.
¿No... no me quieres?
Sabes que no te creo cuando oigo que no volverás a verme.
¿No... no me quieres?
Sabes que no te creo cuando dices que no me necesitas.
Es demasiado tarde para descubrir
que crees que has cambiado de idea.
Más vale que vuelvas a cambiarla o ambos lo lamentaremos.
¿No me quieres, nena?
¡¡¡No me quieres... ooohhhh!!!
¿No me quieres, nena?
¡¡¡No me quieres... ooohhhh!!!"
Yo no puedo evitar imaginarme al típico productor musical, que encuentra a una chica en cualquier sitio y la convierte en su novia y en un bombazo. Y a ella unos años después, dejándole atrás al dejar atrás su vida. O a un actor de esos que encumbran a alguna actriz novel al liarse con ella y luego reciben una sonora calabaza cuando ella llega a cierto status.
Y sí, confieso que también me evoca a Camilo José Cela y Marina Castaño, en una discusión conyugal, y ella muy digna creyéndose algo. Una evocación que más me vale hacérme mirar, pues no sé porque me viene esa imagen al escuchar esta canción, seis años después de la muerte del premio Nobel, y sin que hoy por hoy se sepa nada de ella.
En cualquier caso, esta canción es perfecta para el grupo que la cantaba. Porque por encima de cualquier cosa, es una canción humana: contiene amor y odio, pasión y despecho, inteligencia, estupidez, frustración...
Es una historia tan posible y tan real que llega fácil. Y se acompaña de tan buena música que es especialmente pegadiza.
Os dejo el vídeo, para románticos melancólicos amantes e los ochenta (sic):
Disfrutadlo.
jueves, 27 de noviembre de 2008
¿No me quieres, nena?
martes, 25 de noviembre de 2008
El nuevo James...
Estaba seguro de que este fin de semana pasado mis amigos iban a querer ver la nueva película del señor Bond. Así que, sabiendo como sabía que habría muchas referencias al episodio anterior de la saga, decidí verla antes, y me hice con una copia de la película que vi el jueves.
El nuevo James Bond ha experimentado unos cambios enormes desde las versiones anteriores, y no se asemeja en nada al interpretado por Timothy Dalton o Pierce Brosnan. Este último de Daniel Craig es mucho más pétreo que encantador, pese a no dejar de ser un tremendo conquistador, y tiene una forma de actuar muchísimo más salvaje, hormonal. Participa mucho más en escenas de acción, dominando la lucha cuerpo a cuerpo y sintiendo aparentemente cierta atracción por la pelea como forma realización personal.
Aparte de los cambios en su actuación física, también se observan en él muchos nuevos matices psicológicos. Se le descubren debilidades que antes pasaban desapercibidas y ahora son el centro de las tramas: se nos enfoca en su miedo al dolor emocional y su negación del mismo para evitar mostrar debilidades, y se nos enseñan facetas personales humanas que en otros momentos eran meros accesorios. Y probablemente el personaje gana con todo ello una profundidad y un atractivo personal del que, a primera vista al menos, el actor carece, y que el personaje había perdido en sus diferentes reinterpretaciones a lo largo del tiempo.
"Casino Royale" es una buena película, muy interesante en muchos aspectos, en la que comienza la profundización en el personaje de Bond que mencionaba antes. Resulta fundamental verla para entender completamente "Quantum of Solace", título, por cierto, cuya traducción textual alejaría tanto del significado de la frase que ni siquiera se han molestado en intentarlo (bien por la productora).
La historia que se nos cuenta resulta bastante lineal, sin sorpresas ni estruendos, sin ningún giro digno de mención. Pero da igual, porque de lo que se trata es de conocer bien a Bond, entender sus motivaciones, lo cual se consigue sin problemas. Y ese propósito nos lo dejan muy claro cuando, una vez finalizada la trama principal de la película, aun se nos reservan unos 20 o 30 minutos de película en la que vemos el lado más humano del personaje.
Y en "Quantum of Solace" la historia continua en el punto en que nos dejaron al terminar "Casino Royale", casi como continúan las diferentes películas de la saga de "El Señor de los Anillos", como si hubiese sido concebido todo como un uno. Simplemente comienza un nuevo capitulo de algo que promete durar todavía alguna película más; la lucha de Bond contra una superorganización secreta extremadamente infiltrada en el sistema y muy poderosa, al estilo de la antigua Spectra, pero con los medios y capacidades del globo en el que vivimos.
Aunque la película tiene una trama más definida que la anterior, lo cierto es que deambula entre las maquinaciones de unos y otros al mismo ritmo al que Bond y los malos (encabezados por Matheiu Amalric, un doble de Thom Yorke, el cantante de Radiohead) viajan de país a país, como si Bolivia y Austria estuviesen a un par de minutos en metro. Contiene unos niveles muy altos de acción, quizás demasiado altos, de una acción que sigue los cánones de videoclip de hoy en día, ninguna definición, pura velocidad. Y eso hace que en algunos momentos confunda y pueda llegar a cansar.
Pero constantemente volvemos a centrarnos al encontrarnos con el Bond más humano en sus minutos de tranquilidad, la línea que nos hace seguir la historia y la que le da su mayor interés. Y aunque sigue habiendo despampanantes chicas Bond (Olga Kurylenko está muy bien, pero me quedo con Gemma Arterton, la verdad, incluso cubierta de oro negro), él es lo más interesante de toda la película, y solo cuando resuelve sus traumas y encuentra su consuelo (solace) llegamos a la resolución de la cinta, que nos deja bastante claro que tendrá su continuación en la lucha de Bond contra la mencionada organización secreta (prefiero no decir el nombre).
El resultado de ambas cintas es, a mi juicio, bastante bueno.
Daniel Craig no es el James Bond que hubiese escogido en principio sin conocer el giro que se le ha dado a la saga, pero la verdad es que resulta una magnífica elección visto por donde se encamina. Y el propio personaje de Bond, habiendo perdido el encanto que tenía en otras películas, ha ganado muchísimos enteros con la nueva perspectiva.
No dejan de ser producciones orientadas al puro entretenimiento, pero han sabido darle a la saga un interés que había perdido casi totalmente con Pierce Brosnan (actor que, curiosamente, si tiene el encanto al que me refería antes, pero que demuestra con ello que el cambio en el personaje era necesario). Y la verdad es que han conseguido recuperar mi atracción hacia un personaje que tenía bastante perdido...
Volveremos a vernos en el cine señor Bond, James Bond...
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lunes, 24 de noviembre de 2008
Yes we can...
Ayer la selección española de tenis ganó la Copa Davis. Algo así como un mundial por selecciones que se juega anualmente, y que representa lo más grande que se puede ganar en tenis a nivel de equipo nacional.
Una ensaladera de un valor incalculable que ganamos por tercera vez.
Y que cierra con ello el mejor año que ha tenido jamás España en el deporte rey dentro de los de raqueta, posiblemente uno de los tres deportes de mayor seguimiento en el país, junto con el fútbol y el baloncesto.
Ya he hecho ver en alguna ocasión que este tipo de cosas me producen bastante satisfacción, pese a que no me hagan ninguna gracia los nacionalismos y mi sentimiento patrio sea reducido. Simplemente no puedo evitar ir con España y alegrarme por las victorias de nuestras selecciones y de cualquier competidor que lo haga por ella. Es un sentimiento profundo del que normalmente me gustaría prescindir, pero que sale a relucir con orgullo en este tipo de ocasiones.
Posiblemente este año puede ser considerado el mejor de la historia del deporte español: victoria en la Eurocopa de fútbol, deporte de masas y emperador de entre los deportes en España (y encima con un dominio abrumador del juego), plata que sabe a oro en baloncesto, en los Juegos Olímpicos de Beijing, Tour de Francia, Giro de Italia y otros triunfos importantes en ciclismo, Rafa Nadal dominando el tenis mundial... Éxitos por doquier en los deportes más masivos que nos sitúan en un lugar en el que jamás hubiésemos soñado estar...
No sé si tendremos la suerte de volver a vivir este tipo de situaciones en el futuro. Así que por ahora lo mejor será disfrutar del presente y confiar en que la suerte vuelva a estar de cara.
Pero creo que hay algo que deberíamos aprender de este año para intentar que se repita en el futuro. Me refiero a una observación importante que surge sola al analizar esos éxitos:
En todos los casos surgen de la lucha y la fe ante las adversidades, y del esfuerzo y la humildad como los valores más destacables.
Solo asumiendo esa realidad seguiremos en la senda abierta del triunfo. Y considero además que son premisas que siempre dejan satisfecho al aficionado, que acepta mejor las derrotas cuando observa el sacrificio del deportista.
Para mí la selección de fútbol es un verdadero ejemplo de fusión de aptitudes en un conjunto muy superior a sus partes. Es lo que debe ser un equipo.
Y la de baloncesto lleva años demostrando ese concepto, permitiendo luchar de tú a tú con un equipo muy superior individualmente como es la selección estadounidense.
Incluso los equipos nacionales de ciclismo suelen mantener férreas disciplinas de equipo para lograr la victoria individual de uno de sus componentes (en un deporte que, más allá del tema doping, es posiblemente el más duro que existe).
Pero ayer la selección de tenis demostró como un equipo de "segundones" bien avenidos y dispuestos a sacrificarlo todo por el equipo eran capaces de ganar una eliminatoria que, a priori, casi nadie pensaba que se pudiera ganar (yo el primero). Una ética del trabajo encomiable de la que todos deberíamos aprender.
Ojalá vivamos muchos años tan curiosos como éste, ¿verdad? Podemos...
Enhorabuena a todos.
viernes, 21 de noviembre de 2008
El muro.
Como ya comenté por aquí, el año pasado estuve unos días en Berlín, disfrutando de una ciudad que me parece maravillosa y llenándome de conocimientos maravillosos sobre la ciudad, sus museos, su historia. Fue un viaje increíble que prometo repetir.
Una de las cosas más visitadas y recordadas de Berlín es, incuestionablemente, el muro, esa franja de pared que separó el Berlín liberado de la Alemania Oriental que lo rodeaba. Y ese muro cayó en 1989, historia que podéis leer con mayor interés en la Wikipedia.
Pero hay otros muros que van cayendo día a día. Muros de los que solo aquellos que hayan corrido algún maratón saben de verdad, y que están tanto en nuestra cabeza como en nuestras piernas. Muros como el que derribó el pasado 28 de septiembre Haile Gebrselassie, al batir el récord del mundo de la distancia (42.195 metros), dejándolo en 2:03:58; también en Berlín, como si fuera una señal. Un tiempo que es algo así como una salvajada...
Hace unos años decidí, junto con un compañero de un equipo de fútbol sala en el que jugaba, hacer un maratón. Nos preparamos durante unos meses, y ambos conseguimos completarlo, si bien en tiempos muchísimo más discretos. Y aunque por aquel entonces yo ya conocía el concepto de "el muro" relacionado con el maratón, la verdad es que pude descubrir por mi mismo exactamente a que se refería.
Se conoce como el muro al punto kilométrico 30 del maratón. Bueno, más que al punto físico, a todo lo que se siente en él, lo que implica.
Es un momento crítico, porque es un punto en el que la distancia que resta es todavía muy larga, pero el cansancio acumulado hace una mella muy importante. Y es el muro porque, si estás sufriendo mucho y no estás bien preparado mentalmente, se transforma en un obstáculo insuperable. La retirada es casi segura.
Si alguno de vosotros ha participado en maratones o ha hecho carrera de larga distancia, sabrá a que me refiero. Hay momentos cuando uno sale a correr en que, si te puede el cansancio, hechas espuma por la boca y sientes que te vas a morir en el esfuerzo. Bueno, pues cuando uno es un corredor aficionado sin mucha preparación, esos momentos llegan seguro a lo largo de un maratón, es una distancia muy larga. Y solo si estás muy convencido de terminar la carrera consigues atravesar el muro.
En mi caso, mi complexión física no es muy propicia para el maratón. No soy muy alto, y no estoy gordo, pero tengo piernas muy fuertes, bastante recias después de muchos años de deporte y con una genética que ha hecho que mis gemelos sean especialmente rotundos. Para que os hagáis una idea, ahora que me acerco poco a poco a los 80 kilos, y midiendo algo más de 1,70, mantengo una apariencia bastante delgada.
Pero, para correr larga distancia, mucha musculatura es sinónimo de gasto de energía, y gasto de energía es agotamiento. Cuanto más ligero seas, mejor. Y si encima eres espigado, más mejor aun.
Aquel maratón yo cumplí la media maratón marcando casi como un reloj el ritmo al que nos habíamos entrenado. Lento, pausado, destinado a terminar la carrera más que a terminar con nosotros. Pero a medida que me aproximaba al kilómetro 30 mis piernas iban agotándose, y mi cuerpo me decía que algo iba mal. Y nada más cruzarlo tuve que pararme y decir adiós a mi compañero, porque estaban empezando a subírseme los músculos de las piernas.
Como cada 5 km había un puesto de atención y masaje, entré para que me relajaran las piernas e intentar así acabar la carrera, pero fue un error. Me enfrié, y para cuando salí, donde antes solo se me estaban montando algunas zonas del cuádriceps, ahora toda la pierna me decía que parara. Y tras un par de kilómetros más corriendo, tuve que empezar a andar, renqueante.
He de agradecer que había llevado una preparación psicológica bastante buena junto con mi amigo, y estábamos muy convencidos y decididos a completar el maratón, porque sino llega a ser por eso, me hubiese retirado. Los meses juntos imponiéndonos la disciplina del entrenamiento y conjurándonos para acabar nos habían forjado a fuego en la cabeza la vista de la meta .
Y por eso no me rendí. Y derribé el muro combinando pequeñas carreras en las que cada vez se me montaba un músculo diferente, y largos paseos en los que la musculatura se me relajaba lo suficiente como para seguir corriendo.
Al final terminé la carrera media hora después que mi amigo, pero con la satisfacción de haber hecho el último kilómetro a tope, olvidándome de mis dolores, para poder decir que había llegado a Neptuno corriendo.
Cuando hace dos meses Gebrselassie batió su récord, no pude evitar maravillarme, pues ese récord implica hacer cada kilómetro a un ritmo de 2:56 minutos, lo cual es tremendo (probad a correr a toda velocidad un solo kilómetro, a ver cuantos sois capaces de hacer esa marca. Y luego imaginaos haciéndolo 42,195 veces seguidas...).
Y tampoco pude evitar recordarlo todo de nuevo. Viviéndola, fue una experiencia terrible. Pero hoy lo recuerdo como algo muy positivo, de lo que aprendí mucho: cosas que te cuenta el sudor y el esfuerzo y en las que no siempre caes.
Así que después de ese récord, y aunque llegue con retraso, este post era casi casi obligatorio.
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miércoles, 19 de noviembre de 2008
Red de mentiras.
Este fin de semana fui a ver la última película de Ridley Scott, "Red de mentiras", que trata sobre un espía de la CIA que desarrolla su trabajo en Oriente Medio, trabajando para desarticular una organización terrorista entre las luchas de poder de unos estados y otros.
Lo cierto es que, aunque sea un tema apasionante este de Oriente Medio, la película no me sugirió demasiado. No es que me resultara aburrida, ni mucho menos (pese a que era el comentario de muchos grupos de jóvenes que salían de la sala a la vez que yo), pues tiene suficiente acción para mantenerme despierto un viernes de madrugada en el que ya se me caían las pestañas, pero la verdad es que me pareció bastante difícil de creer.
Y tampoco voy a decir que los actores estuviesen mal, porque en realidad hacen bastante bien sus respectivos papeles. Pero es que por mucho que aporten, sus personajes son un pelín flojetes para tomárselos en serio.
Por lo pronto, el protagonista es un Leonardo Di Caprio que, facciones anglosajonas y aniñadas incluidas, hace del principal agente de la CIA en la zona. Y no es solo que no dé el papel por cualidades físicas, sino que interpreta un personaje con serios compromisos morales que no se ajusta a lo que la situación le exige. Eso, que de por sí no está mal y daría juego en otra situación, lo descalifica totalmente como el espía con el status que se le presupone, y no se comprende bien que su jefe, un tipo cuya integridad moral está bajo mínimos, le dé la responsabilidad que le da en el tipo de operaciones en las que participa.
Este jefe, interpretado por Russell Crowe, es un cabrón de mucho cuidado que busca alcanzar su éxito particular a través de la desarticulación de esa banda terrorista. Su papel resulta más creíble por la bajeza de sus decisiones, pero es demasiado informal como para ostentar el poder que la película le supone. Y no es que crea que todos los jefes del mundo deben ir de chaqueta y corbata y ser fríos y calculadores, no, pero tampoco me creo que el responsable de operaciones en Oriente Medio de la CIA sea así y se maneje en Langley de la forma que lo hace este personaje. Parecía más un director de videoclips que otra cosa, y le sobraban actos tanto como le faltaban medios.
Y por último, los personaje accesorios que más gracia tienen, los interpretados por Mark Strong y Golshifteh Farahani. El primero, pese a tener un personaje enormemente atractivo y ser el mejor interpretado, no me cuadra como jefe del espionaje jordano. Del MI5 tal vez, por su aspecto de dandy, pero en Jordania, y siendo árabe, como que no. Y la segunda, una guapa árabe de la que se enamora Di Caprio, tiene el problema de que su relación con el espía es demasiado corta e irreal como para ser tomada en serio, y debilita buena parte del argumento final de la película.
Como punto bueno de la película está la idea de que la guerra es algo muy sucio que manejan unos tipos muy malos desde sus casas, en países en paz. No es una idea muy original, pero aun es interesante. Lo malo es que confronte con la de que los que participan de ella, de cerca, mojándose, son tipos con muchos más principios, que a veces actúan engañados en busca de un mundo mejor. Y es malo porque es una idea romántica muy engañosa que, visto lo visto, repugna bastante.
Si pretendía hacer reflexionar sobre el mundo, el terrorismo, la incomprensión entre culturas ajenas en las que hay personas capaces de entenderse, lo terrible de las guerras o algo mínimamente profundo, la verdad es que es un gran fracaso.
Pero bueno, entretiene y, si no se toma muy en serio, se deja ver sin molestias y se deja seguir con gusto.
Lo demás son comeduras de coco de Ridley Scott, que intenta soltar de vez en cuando para darle a su obra un tufillo de integridad que se queda en eso, simple mal olor. Así que ve a verla dependiendo de lo que busques y lo que le pidas a una película. Pero no esperes nada cercano a la realidad ni vayas en la esperanza de algo mejor que pura acción medianamente bien entrelazada.
Yo la dejaría para el vídeo.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Keane.
El martes pasado tuve la suerte de poder asistir con unos amigos al concierto que el grupo Keane dio en Madrid, en La Riviera. Y digo suerte porque lo cierto es que aun no había tenido oportunidad de verles actuar y me sorprendió mucho la calidad de su directo, el chorro de voz de Tom Chaplin y lo parecido que sonaban al disco. Escucho ahora alguno de los múltiples fragmentos del concierto que se pueden encontrar en YouTube y puedo asegurar que se me eriza el vello...
Recuerdo que conocí a Keane a través de una radio fórmula, M80, cuando aun no habían sacado a la venta su primer disco. Alguien comentó algo sobre ellos en el programa "La Gramola", diciendo que serían el próximo gran éxito ("the next big thing"), y no sé si es que pusieron una canción de algún single previo o que me dio por buscarles y acabé encontrando el disco en una de esas primicias que ofrecen en internet, pero el caso es que lo que descubrí fue un grupo que me fascinó desde el primer momento. Sobre todo por esa ausencia de guitarras carraspeantes y por el uso del piano como base de todas las canciones. Una especie de reclamo que suele funcionar muy bien conmigo.
Después, cuando sacaron el primer disco ("Hopes and Fears"), me lo compré e intenté hacer algo de proselitismo sobre ellos entre mis amigos. Me perdí un primer concierto suyo en Madrid mientras se hacían más y más grandes, a medida que las canciones del disco se desgranaban como sencillos de éxito, y con el aumento de su popularidad y a base de escucharlos a todas horas fui perdiéndoles el gusto, a la espera de algo nuevo. Pero es de los discos que nunca he borrado de mi lector de mp3.
Con su segundo disco ("Under the Iron Sea") llegó la decepción. Fueron número 1 en ventas, aunque el disco no merecía tanto. Simplemente, recogieron lo sembrado con el disco anterior, y aportaron dos o tres canciones buenas. Pero el conjunto era demasiado "más de lo mismo", y encima coincidió con los problemas de Tom Chaplin con las drogas, por lo que tampoco fue bien acompañado. Digamos que pasó sin pena ni gloria por mi estantería.
Pero este octubre pasado Keane ha presentado su tercer disco, "Perfect Simmetry", y constituye una magnífica reinterpretación de la banda, que ha ganado fuerza y energías, y se ha pasado al lado oscuro del ochenterismo. Me encantan sus sintetizadores (el comienzo del tercer track es puro "Ashes to Ashes", del mismísimo Bowie) y han recuperado parte de la frescura del aun inmejorado "Hopes and Fears".
No quiero aburriros más, así que os dejo con este link a un vídeo sacado del concierto, con bastante calidad, y el vídeo de la que es, para mi gusto, su mejor canción, "Somewhere only we know":
Si os interesa, aquí tenéis la versión original del vídeo, con subtítulos en español, para poder entender bien la letra.
Espero que os gusten.
Publicado por oligoqueto en 15:26:00 4 comentarios
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jueves, 13 de noviembre de 2008
Family.
Allá por comienzos de los 90', cuando empecé a desarrollar mi propio criterio musical, me dio por decantarme por la música indie, sobre todo la de origen inglés. Y poco a poco, tras escuchar a esos grupos que les imitaban desde España, como "Australian Blonde" o "Dover", me introduje en el mundo indie nacional, que al final acabó convirtiéndose en una de mis tendencias principales.
De mediados de aquella década (exactamente del 95) es un disco que salió acompañando a la revista EGM, "Planeta Indie", en el que se hacía un pequeño repaso de la música indie en España, y que mirado hoy en día tiene más honrosos cadáveres que grupos de éxito. Destacan los ya mencionados "Australian Blonde" y otros como "La Buena Vida", "Sex Museum" y "Los Flechazos", pero hoy quiero centrarme en otro de aquellos grupos: "Family".
"Family" fue una formación muy poco prolífica, creada entre el diseñador Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea, de tendencias electrónicas y estilo lánguido, como sus compatriotas "La Buena Vida". Pero su influencia sobre los grupos posteriores que aparecieron a finales de los 90 en España fue fundamental, y marcaron un camino que luego continuarían en parte formaciones como "Los Fresones Rebeldes", "La Pequeña Suiza", "Niza", "Me Enveneno de Azules" o "Parade", por poner solo algunos ejemplos.
Además, en el momento álgido de la tendencia, apareció un programa de radio dedicado a promocionarla, llamado "Viaje a los sueños polares", que sobresalía entre la basura habitual de "Los 40 Principales". Se titulaba así en honor a una de las mejores canciones del grupo, y lo conducía, entre otros, una de las cabezas visibles de "Elefant Records", Luis Calvo. Era un homenaje al grupo, y era una declaración de la importancia que había tenido para todo aquel movimiento.
He de confesar que, cuando escuche aquel "Planeta Indie", la canción de "Family" me pasó muy desapercibida. De hecho creo que ni siquiera me gustó.
Pero después, al hacerme con su único LP editado, "Un soplo en el corazón", llamado por el fervor con el que algunos de mis grupos favoritos hablaban de él, descubrí que era lo que tenía aquel dúo para haberse convertido en esa referencia con apenas 14 canciones y menos de 40 minutos de producción: una delicadeza muy especial en sus canciones, una forma muy onírica de narrar sus pequeñas historias, una elegancia rítmica que recordaba a los principios de "Depeche Mode" o "New Order" y un palpable amateurismo musical que, lejos de hacerlo difícil de escuchar lo convertía en algo muy accesible por su magnífica simpleza.
De aquellas 14 canciones, aparte de la ya mencionada "Viaje a los sueños polares" me gustaría destacar además "El Bello Verano", "Carlos Baila" o "Yo te perdí una tarde de Abril". O todas y cada una de ellas, para que engañaros...
Os dejo un vídeo de otra canción, que en realidad no es tal, ni vídeo oficial ni nada, porque no hicieron ninguno, solo una foto fija de ellos con el texto de la canción en plan karaoke: "La Noche Inventada"...
Espero que os gusten.
Publicado por oligoqueto en 15:16:00 4 comentarios
martes, 11 de noviembre de 2008
Dosis de sueño y realidad.
Hace no mucho uno de los comentaristas más habituales de mi blog, Jovekovic, publicó un post recordando el Día Mundial Contra la Pobreza. Se titulaba No podemos mirarles a la cara, y contaba que, según estimaciones de Naciones Unidas, con un 10% de lo que los gobiernos ricos van a invertir para salvar el sistema financiero mundial, se podía acabar con el hambre del mundo. Y mi comentario al respecto fue que yo no solo no podía mirar a algunos a la cara, sino que no podía mirarles siquiera a los pies.
Llevaba un tiempo dándole vueltas al asunto, sin decidirme a hacer un post sobre los planes de rescate a la banca, pero me da pereza incidir en algo tan comentado en todos sitios. Y ni siquiera la cumbre del día 20, esa en la que hay quien parece tener alguna esperanza de oír algo razonable y de la que seguramente no oiremos ninguna solución real, me motiva a hacerlo.
Ahora bien, hoy he visto un vídeo que me ha tocado la fibra y he decidido compartirlo con vosotros. Se trata de un vídeo que ha llegado a mí desde un blog genial, Fogonazos, que me recomendó otro lector del mío y que es un estupendo compendio de información curiosa, ciencia y cosas asombrosas. Y es un vídeo que no tiene mucho que ver con la crisis económica, pero que enlaza de maravilla con ella por las consecuencias que tienen los actos del hombre sobre el futuro de los que vivimos en este mundo y tenemos una voz difícil de oír.
Espero que a alguno de vosotros se tome la molestia de verlo y escucharlo, y de entenderlo como se merece. Seguro que para muchos no es más que demagogia, y habrá quién piense que la protagonista del vídeo no puede ser la misma persona que escribió el discurso. Pero yo confío en que seréis más los que encontraréis las verdades que se dicen, y que lo valoraréis con la ausencia de cinismo y la autocrítica necesaria.
Hay que seguir creyendo que el mundo cambiará a mejor algún día. Lo necesitamos para continuar teniendo confianza en el futuro, aun cuando nuestro presente es tan feo. Y se lo debemos a los que vienen por detrás, heredando nuestros pasos.
Ojalá haya alguien que se atreva a decir las cosas tan claras el próximo día 20, y ojalá haya quien sea capaz de conducirnos por mejores caminos en los próximos tiempos.
Para seguir soñando y despertar en un sitio mejor, que falta nos hace.
lunes, 10 de noviembre de 2008
The Women
Hacía mucho tiempo que no iba a ver una película de la que no supiera nada, y en esta ocasión me dejé llevar a ver "The Women". Y la verdad es que no está mal, resulta interesante ir dejando que la historia te entre por los ojos sin tener ni idea de por donde va a saltar; aunque la película tampoco es una joya del cine, resulta entretenida sin más, de viernes noche, para no pensar en nada. Tengo entendido que la original de George Cukor de 1939, que desconozco por completo, era muy buena, y he visto alguna crítica que despedaza esta en función de aquella, pero bueno, me limitaré a comentar lo que vi...
Y lo cierto es que no me es fácil hacer la crítica de una película así. Porque una película como "The Women" no solo tiene a las mujeres en el título, sino que aparecen en todas y cada una de sus escenas y las tiene sin duda como público objetivo. En cierta forma es como si hubiesen cogido "Sexo en Nueva York" y le hubiesen quitado cualquier retazo de varón que pudiera haber en la serie (en esta película los hombres hemos sido borrados, como si de una presencia molesta trataramos, y no aparecemos en ningún plano).
Y no es que eso me haga incapaz de empatizar con las vivencias del grupo de personajes protagonistas, pero tampoco me sale de forma natural. Es como el dolor de útero o el parir, puedo comprender e intentar asimilar lo que supone la experiencia, pero jamás lo viviré, y cualquier cosa que imagine al respecto siempre quedará lejana. Y aunque en este caso la mayoría de las situaciones sean simplemente emocionales, no dejan de estar planteadas y vividas desde un punto de vista absolutamente femenino, por lo que me resultaron en ocasiones un tanto ajenas.
No tengo claro si el machismo que impera en el mundo hace que las vidas de las mujeres lleven siempre ese tipo de sensación asociada, como si estuviesen en un mundo que no está hecho para ellas, sino para sus vecinos masculinos, pero no creo que me gustara que la experiencia fuese duradera...
En cuanto al reparto, detecté ciertos problemas a la hora de escoger a las actrices protagonistas, que están desajustadas, desequilibradas y nunca dan una clara sensación de grupo de amigas. Aunque Meg Ryan y Annette Bening pretendan ser de la misma edad, las operaciones de una y la naturalidad de la otra chocan, y cualquiera diría que si llevaban juntas desde la universidad la primera debía ser alumna de la segunda. En la vida real solo son tres años de diferencia, pero Annette Bening ya no parece una cuarentona (tiene 50 años, bien llevados por otro lado), y Meg Ryan da un poco de grima detrás de esa cara que se ha puesto (tiene unas 50 operaciones muy poco creibles). Solo Debra Messing, protagonista de la serie televisiva "Will & Grace", está en la edad que se les supone a los personajes (los 40, más o menos), mientras Jada Pinkett Smith, la mujer de Will Smith, pese a tener 37 años parece más joven...
Aun así la película me entretuvo, y me pareció bastante divertida a ratos. Contiene escenas muy graciosas, y hay algún personaje que me pareció especialmente entrañable (el papel de Candice Bergen, o el de la asistenta de Meg Ryan, por ejemplo). Aunque sea una película para ellas, la verdad es que todos los personajes principales son meras caricaturas, roles muy tópicos sacados de quicio que se reconocen fácilmente y parecen sacados de otras películas. Desde la fría triunfadora hasta el putón mantenido, pasando por la que solo sabe ser madre... Y para sacar jugo a los personajes, son todas mujeres ricas y con cierto éxito social que se enfrentan, con el paso de los años, a las crisis femeninas más típicas y vistas, con lo que eso otorga de versatilidad a los guionistas y a la vez resta de originalidad a los espectadores. Por eso, pese a que muchas de sus vivencias sean tan femeninas, tampoco se hace insondable para un pobre hombre como yo, y también se deja disfrutar.
Por lo demás, nada especialmente destacable en cuanto a dirección, música, fotografía... Todo dentro de la típica corrección de las películas de este tipo.
Se puede decir, para resumir, que tiene momentos buenos, y te hace salir del cine con una sonrisa. O al menos sin pensar que has visto algo horrible. Así que, sin ser nada especialmente memorable tampoco resulta en absoluto desaconsejable.
Ahora bien, no es de las que hay que ver en el cine sí o sí; en casita, tranquilamente, en vídeo, más que suficiente...
Ya me diréis...
jueves, 6 de noviembre de 2008
L Kan
L Kan es uno de esos grupos raros por los que siento cierta inclinación. Uno de tendencias electrónicas y estilo aparentemente naif que suele esconder mucho ácido en sus letras.
Uno incomprendido que, cuando lo pongo en mi lugar de trabajo, siempre es comparado con "Los Lunnis".
El grupo, el estilo musical en el que se encuadra y su percepción exterior está absolutamente marcado por la peculiar voz de la cantante, B Kan, que tiene un sonido infantil muy engañoso. Oir sus canciones sin pararse a escuchar sus letras puede llevar al error de creer que son un tontipop de lo más ligero, cuando la realidad es que muchas de ellas tienen un trasfondo irónico de lo más saludable, que han ido perfeccionando con los años. Y si bien es cierto que tienen una vocación de entretener y no tomarse demasiado en serio, me atrevería a decir que su humor es mucho menos idiota de lo que ellos mismos dicen, y mucho más profundo de lo que parece.
Comenzaron humildemente en el sello Federación de Universos Pop, con el disco "Cosas que miden poco" (2000). Este es el disco más tonto de su discografía, tanto por las letras como por los títulos de las canciones, con una serie de ellas al comienzo que podía echar atrás la escucha del resto, más irónicas. Destacaba "Gayhetera", de la que posteriormente hicieron una versión en su segundo disco, "Superenserio", 2003.
Este segundo era mucho más irónico, pero lo cierto es que tenía pocas canciones memorables. Quizás porque el peso de las letras lo hacía mas raro y perdieron parte de la inocencia del disco anterior. Personalmente me encantaba "Tu novio o el mío", una especie de tratado de paz entre dos tías (o quizás dos gays) sobre una posible futura pareja.
Con su tercer disco clavaron el título "Discazo" (2004). Lo era. El mejor de los que han hecho. Combinaban perfectamente la inocencia, el humor y la ironía con buenas melodías e instrumentaciones. "La mancha de mora" es una perfecta canción inocentemente romántica, "Aburrida de estar salida", una de sus canciones más divertidas y "Mi cociente es diferente" una demostración de retorcida inteligencia femenina.
Por último, el año pasado sacaron su último disco, "Somos otra cosa", una declaración de principios, una realidad que sus aficionados ya sabíamos. No ha tenido una gran acogida, pero es un buen disco, que continua la senda de "Discazo". Me parece genial la ocurrencia de "Un verano muermo", aunque en general me gusta todo el disco. Pero no alcanza la calidad del anterior.
Os dejo aquí un vídeo de éste, "Señora":
Disfrutadlo.
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martes, 4 de noviembre de 2008
SPQR...
Con lo cerquita que estamos de que George Bush deje de ser presidente de los EEUU, y después de haber pasado unos días en Roma, no puedo evitar pensar en la figura del Imperio.
Lo cierto es que el Imperio Romano y el esplendor de su cultura debió ser la leche. Como dijo un amigo mío estando allí, para un tipo que llegara Roma desde una provincia alejada, la capital del imperio debía resultar un espectáculo impresionante e intimidador. Su fuerza y su grandeza debía ser muy palpable.
Algo fascinante, sí, pero hoy también es una prueba aterradora de que incluso lo más grande puede desmoronarse. Y con los ejemplos que nos ha estado dando el mundo de la economía en el último mes y medio, pensar que EEUU pueda dejar de ser la potencia mundial hegemónica en unos próximos años deja de ser una idea descabellada. Porque no está tan claro que vayan a poder usar la fuerza militar siempre (¿hasta que punto lo tolerarían sus ciudadanos, sin peligros evidentes, en un mundo cada vez más globalizado?), y porque puede ser que, poco a poco, su fuerza económica se vaya viendo mermada.
Ahora bien, hoy por hoy, como la famosa ranchera de José Alfredo Jiménez, sigue siendo el rey. Yo soy de los que espero que Obama gane las elecciones y traiga una nueva forma de entenderse con el mundo que facilite la inevitable e indispensable coexistencia. Aunque tampoco me hago unas ilusiones locas.
Y también soy de los que se sonríen por la lúcida inocencia de los que dicen que, en ese tipo de elecciones, deberíamos votar todos los habitantes del mundo, pues a fin de cuentas quien las gane nos controlará a todos.
Pero por ahora me tengo que quedar con algo de lo que también me hizo darme cuenta un amigo en mi último viaje: si antes todos los caminos llevaban a Roma, hoy en día en Roma todos los caminos llevan a un McDonalds. Queda claro done está todavía el verdadero imperio...
lunes, 3 de noviembre de 2008
La ciudad eterna...
Pues me voy a dejar de tantos misterios con mi último viaje y la boda de mis amigos y os voy a contar un poquito como fue mi experiencia en Roma, que allí es a donde me llevaron mis pasos y sus esponsales.
Y lo voy a hacer en dos posts, contradiciendo los hábitos ya reproducidos en otros viajes que se centraban en uno exclusivamente de fotos, con este primero enfocado a la narración de la experiencia y otro posterior con una selección de mis mejores imágenes.
Roma es una ciudad fascinante cuyo centro histórico tiene más historia que los centros históricos de casi todas las demás capitales del mundo juntas. Es muy grande, se extiende mucho más allá de sus antiguas siete colinas, pero el centro se puede recorrer a pie en un par de jornadas o tres sin dejarse casi nada.
Y doy fe de que merece la pena el esfuerzo, porque es un lugar delicioso para ser recorrido, caminado y paseado por todos sus rincones y, más allá de sus conocidísimas iglesias, plazas y fuentes, tiene muchísimo sabor en el simple color del sol sobre sus paredes o en la dureza de su pavés de basalto contra las suelas de los zapatos.
Aunque ya era la tercera vez que la visitaba, y no ha sido ni mucho menos la más exhaustiva, esta ocasión me ha servido para conocer algunos lugares que aun se me habían quedado en el tintero, como las Catacumbas de San Calixto. Y como siempre, me ha permitido recordar porque el Pantheon me provoca un especial sobrecogimiento cada vez que entro en él o qué tiene la Basílica de Santa María Degli Angeli, construida sobre las antiguas termas de Diocleciano, para atraerme hacia la Plaza de La República con tanta fuerza...
Pero en esta ocasión había un evento especial que se superponía a toda la magnificencia de Roma, la boda a la que estaba invitado y en la que, finalmente, tuve el honor de realizar algunas peticiones. Se celebró en la Basílica de Santa Sabina, una preciosa iglesia paleocristiana situada en lo alto del Aventino, tan bonita como la propia novia, y consistió en una curiosa ceremonia que entremezcló el castellano y el italiano para corresponder a las dos ramas familiares y simbolizar aun más la unión de sus dos historias en una nueva vida. Un poco aburrida para un ateo como yo, pero sin duda muy emocionante.
Posteriormente todos los invitados fuimos conducidos a una villa romana al borde de la antigua Via Apia Antica, donde se celebraba el banquete de celebración. El lugar era una especie de residencia de lujo, habilitados sus salones y jardines para acoger este tipo de eventos, que tenía el tremendo encanto de encontrar sus puertas a escasos dos metros de la propia calzada romana, conservada tal cual era en esa parte de su recorrido.
Y el banquete fue verdaderamente pantagruélico. El mismo Obélix habría sucumbido ante los excesos gastronómicos de las bodas italianas, y hubiese podido exclamar con más razón que nunca eso de: "¡¡Están locos estos romanos!!".
Para que os hagáis una idea de a que me refiero, para comenzar tuvimos una hora de buffette de aperitivos en la que no faltó buenos quesos y fiambres italianos, todo tipo de canapés, frituras variadas, pescados de distintas clases e incluso ostras. Todo ello regado con champán y vino. Y una vez dado tiempo para las fotos de los novios, llegó la hora de entrar al salón y empezar la verdadera comida: un primer plato de pasta, un segundo plato de pasta, un tercer plato de pescado, un sorbete de limón para cambiar sabores y un cuarto plato de carne. Y para terminar, salida de nuevo al jardín para disfrutar de un buffette de postres que incluía helados, varios tipos de pannacottas, tiramisú, crepes, tartas variadas y la propia tarta nupcial... un exceso inasumible para un estomago normal...
Por lo demás, aparte de la boda, también cabe destacar la serenata que el novio le dio a la novia el día antes de la misma, con un karaoke montado en el patio de la casa para la ocasión y todos los vecinos de los bloques colindantes asomados a sus ventanas para disfrutar de la escena. Recuerdo con especial cariño a una pareja, mirando desde su balcón, bailando al ritmo de la balada que sonaba en aquel momento, como si de verdad el gesto les hubiese llegado al corazón. Bueno, eso y a la novia con su peinado a medias, sin saber que hacer, sorprendida por la ocurrencia de su novio y amigos...
Y también me quedo con los demencialmente divertidos primos y primas del novio, con los cuales pase un par de horas estupendas en el barrio del Trastevere, después de la boda, y que hicieron honor a la locura que su apellido sugiere...
En cuanto a Roma ciudad, lo cierto es que podría recitar un montón de lugares increíbles que visitar, pero prefiero dejarlo solo en los favoritos ya mencionados. Sí diré que quedé aterrado por la cantidad malsana de estorninos que pueblan la ribera del Tíber y que convierten el cielo en una especie de sombra bailante cuando llega el atardecer. Su juego de vuelos es precioso e hipnotiza bastante, pero cuando se pasea por el río la suciedad que generan se hace muy visible y, sobre todo, husmeable. Mi opción es vaciar la ciudad un fin de semana y gasearla para acabar con la plaga, pero mis amigos romanos no parecían muy por la labor. Me comentaron que se han usado una especie de bocinas para asustarlos, pero resulta evidente que no dan muy buen resultado.
Cualquier día los estorninos se pondrán de acuerdo y se harán los dueños de Roma. Por ahora puedo asegurar que, por lo que vi, como poco planean... algo...
Cuidado si paseáis debajo de los arboles que rodean el río. El suelo y los coches os darán una pista clara de como podéis acabar si a los pajaritos les ha sentado mal la comida...
Y con este relato, más personal que turístico, de mi estancia en Roma, voy a dejarlo por ahora.
Cuando pueda recopilaré las mejores fotos del viaje, y os pondré una selección de las mismas para que podáis echarle un vistazo. Espero no tardar demasiado.
Sed felices...
Publicado por oligoqueto en 15:10:00 5 comentarios
Etiquetas: amigos, familia, fotos, gastronomía, perso, viajes