Escribo poco desde hace mucho, y últimamente nada de lo que cuento es muy interesante, son sólo desahogos. Hoy no creo que vaya a cambiar la tendencia, porque de nuevo toca política, pero realmente es el grito que me apetece dar. Así que allá que voy...
Los del título son, más o menos, los días que lleva Rajoy en el gobierno. Y se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de que haya estado quieto, la verdad.
No le envidio el trabajo, a mí no me gusta tener que mentir para conseguir cosas, y en su caso y a su nivel, se ha convertido en todo un requisito. Y aunque no confío en él y menos en su partido, lo cierto es que tampoco se les puede culpar de estar donde estamos. No son ni mucho menos inocentes, pero hay responsabilidades muy superiores.
Aunque eso sí, también hay mentiras más explicables que otras. Y no debemos olvidar que en estos momentos hay quién dispone de mayoría absoluta, poder a tutiplén, y que en esas condiciones es mucho más sencillo ser fiel a las propias promesas que cuando se está obligado a alcanzar compromisos no deseados con otros...
Centrémonos, porque no quería tampoco enfocar el post en la mentira, al menos no de esa manera.
La reforma laboral es una mierda.
A los que somos curritos contratados por una empresa, la gran mayoría, nos reduce un montón de derechos que se habían adquirido a base de pegarse mucho con mucha gente durante muchos años. Y lo peor es que genera posibles situaciones de indefensión del empleado ante su empresa, facilitando interpretaciones torticeras de la ley que sin duda harán que el número de despidos procedentes aumenten, aunque sea en situaciones moralmente reprobables.
Yo prefiero no llamarme a engaño, son derechos que dudo que se vayan a volver a recuperar, ni siquiera con un cambio de gobierno a tendencias más de izquierdas. Y me duele, pero cuando uno mira a su alrededor (muy interesante la comparativa realizada por RTVE aquí), se ve que la reforma laboral nos sitúa en condiciones más cercanas a países con los que nos gustaría compararnos. Esperemos que también tendamos a compararnos con ellos en salario medio, ¿no?.
El problema es que cuando se analiza más en profundidad la situación, uno se da cuenta de que en realidad no podemos compararnos en absoluto con esos países.
En el mundo en que vivimos, con el tipo de economía que tenemos, predomina el egoísmo. Hay países que tienen éxito y otros que sufren el éxito de los demás. Y dentro de los que tienen éxito, los hay que lo consiguen a base de producir mucho, explotando al máximo sus recursos más baratos (si son naturales, de forma generalmente nada sostenible, y si son humanos, con trabajadores-esclavos) y los que, en cambio, maximizan el valor de sus recursos, a base de I+D+i, de forma que poca producción implica mucho beneficio.
Pues bien, los países con los que queremos compararnos pertenecen a esta última categoría, en la que se produce "poco" pero con muchísimo valor. ¿Y que producimos nosotros que entre en esa categoría?... Responded vosotros, si podéis.
Y cuando se presentan unos presupuestos generales cómo los que se han presentado en los últimos días, vemos que tampoco son unos presupuestos que nos acerquen lo más mínimo a conseguir ese estatus, todo lo contrario. Así que, ¿cómo pretendemos ser competitivos?, ¿vamos a serlo por el valor añadido de nuestra producción?, ¿o acaso pretendemos serlo por lo barato de nuestros recursos humanos?
La conclusión es que se nos reducen derechos para asimilarnos a países que, dada su situación de privilegio, no se han visto obligados a proteger esos derechos.
En esos países privilegiados, si alguien es despedido de una empresa, es relativamente fácil que consiga otro empleo rápidamente, por lo que no precisará tanta protección. Y además se cobra lo suficiente cómo para que los trabajadores se hayan planteado y podido permitir asegurar su vejez, y eso hace que los recursos sociales que ha de gestionar el estado sean menores. Así que no se concibe esa necesidad de socializar los problemas, cómo si lo es en países más pobres cómo el nuestro.
La realidad es que de ninguna manera podemos pretender parecernos a esos países, mucho menos a corto plazo y ni de coña con las políticas que planteamos. Por lo que el camino emprendido sólo puede acabar derivando en pérdida de más privilegios para acabar siendo competitivos por la vía de tener recursos humanos muy baratos. Es decir, con estas políticas, lo que tenderemos es hacia esos países con trabajadores-esclavos...
Pero dicho todo lo anterior, confieso que creo que en cualquier caso da igual.
El verdadero problema no es parecernos a unas u otras de las economías antes descritas; es que el propio sistema en el que estamos inmersos es erróneo.
Nos empeñamos en querer apañar lo que tenemos en vez de cambiarlo por algo nuevo. Pero no va a funcionar, porque es una fórmula insostenible basada en sistemas piramidales que precisan una entrada cada vez mayor de recursos desde su base. Y al final vivimos en un sistema cerrado con los recursos limitados, un crecimiento constante es, directamente, imposible.
Eso es algo a lo que no podremos escapar, se tarde el tiempo que se tarde en llegar a un fallo irreversible, el sistema fallará.
Por ahora lo está haciendo en las lindes de la economía, hay mucho desequilibrio social que ya está rebosando de diferentes formas. Y está por ver si, cuando acabe colapsando, lo hará destruyendo lo que había o reconvirtiéndose a algo nuevo más sostenible.
Para la mayoría de nosotros, dar con esa solución está sólo en nuestras ideas. Pero para algunos está incluso en sus manos.
Cien días han pasado muy rápido, pero ojalá que no sigamos perdiendo el tiempo.