martes, 6 de octubre de 2009

La mochila

Hace unos meses un tipo intento darle un tirón a un compañero mío de trabajo.
Fue un desastre. Como acción sin más, siempre estará mal intentar robarle una funda de ordenador a alguien, contenga lo que contenga (y en este caso además iba sin ordenador). Pero es que además, como acción profesional, dejó mucho que desear.
El ladrón en cuestión era de tamaño reducido, pero mi compañero es un tipo de más de 1,90 m., con una constitución natural de cazador de osos canadiense y unas espaldas de estilo estantería de Ikea. Cuando se dio cuenta de que le querían robar, hizo fuerza y tiró del maletín, con el resultado de que el ladrón, enganchado, casi dio una voltereta en el aire. Luego el caco debió mirar para atrás extrañado, preguntándose que narices había pasado, y salió corriendo al entender que si le alcanzaban igual iba a entender demasiado...


Yo, aunque no sea débil, soy más bien pequeñajo, así que no me puedo permitir ese tipo de protección natural.
Pero tengo una costumbre ahorrativa que me ha dado una solución.
El caso es que llevo mucho tiempo guardando las monedas sueltas que me quedan en la cartera cada día. La idea es guardar las monedas e ir empaquetándolas en las cajitas de plástico que, con ese fin, te dan en los bancos. Y algún día gastármelo en un capricho.
Pero la idea se ha transformado en una pequeña obsesión. Me voy descubriendo pagando con billetes cualquier cosa para que me devuelvan monedas que empaquetar. Y cuando quiero un capricho al final acabo tirando de tarjeta en vez de cambiar las monedas. El resultado es que, después de más de dos años guardando monedas, tengo en mi posesión una bolsa que pesa más de 21 kilos...

El otro día, moviéndola para hacer limpieza, me di cuenta de que la bolsa pesa como un muerto, que no hay quien la mueva y que si algún día quiero cambiarla por billetes en el banco, me va a dar más de un quebradero. Y no de cabeza precisamente, la espalda me preocupa más.
Y me acordé de mi amigo y su tirón frustrado, y me di cuenta de que podía llevar siempre unos cuantos kilos de monedas en mis mochilas para evitar que me robaran. Porque estoy seguro de que el efecto del peso de las monedas iba a ser tan grande como el de mi amigo haciendo fuerza.




Al final toda esta idea absurda me ha llevado a una reflexión mucho más profunda. Por lo menos más profunda de lo que debería ser una reflexión en pleno reposo dominical...
Es la reflexión metafórica sobre como todos vamos cargando con una mochila en la que metemos peso poco a poco. Y en como ese peso nos hace sentirnos seguros y, a la vez, va coartando nuestros movimientos como si fuese una cárcel particular.
En realidad ese peso no es malo, siempre y cuando sea deseado y sirva para arraigarnos a algo bueno en vez de para limitarnos.
Pero requiere encontrar el equilibrio entre el peso que nos da seguridad y el que nos ata sin más, sino queremos acabar convirtiéndonos en esclavos de nuestras propias decisiones, los pesos acumulados.




La idea (que no voy a desarrollar más aquí porque tiene suficiente fuerza como para que cada cual la masque personalmente. Y porque en realidad, con distintas formas, es tan vieja como el ser humano) me ha estado dando vueltas todo el verano pasado. En esa idea sigo y, posiblemente, me lleve a algunos cambios profundos.
De hecho, casi seguramente, me lleve a desprenderme de algo de peso.

Y para empezar, es más que posible que en los próximos días visite mi banco y salga con unos cuantos billetes más en la cartera...
Aunque creo que nunca dejaré de recolectar esas moneditas que tanto pesan ya en la bolsa...

5 comentarios:

Alice_Gould dijo...

Yo tambien soy del grupo de personas que guarda y empaqueta las monedas de manera cuasi compulsiva.
Despues de la primera vez que fui al banco con un peso poco deseable, decidí que cada año cambiaría las monedas (que aun asi continuan pesando lo suyo).

Pero de todo, logicamente, me quedo con su reflexion para reflexionarla yo tambien.

Roberto Marchán dijo...

qué bonita entrada, ya echaba de menos una de éstas. cada cierto tiempo es necesario soltar un poco de lastre, o quemar trastos y saltar por encima.

Samsa dijo...

Brillante post!! yo las monedas pequeñas las destino para comprar el pan!!

oligoqueto dijo...

Alice: ¿Pero llegas al punto de cambiar billetes para tener cambio? ¿Y metes monedas de todo valor? Sí es así, entonces sí eres de las mías...
Hoy he recogido dineros de mis compañeros para jugar los euromillones y me ha jodido bastante tener que darle cambio a uno, ya ves.

Roberto: Es que me cuesta escribir de estas, comprenderás que una crítica de cine es mucho más sencilla y mecánica. Pero gracias, ya sabes. Te debo uno sobre la gravedad...

Samsa: Gracias, viniendo de alguien con talento para la escritura es todo un halago. Yo entre comprar el pan o guardar las monedas... guardo las monedas...

Jove Kovic dijo...

El post es excelente, de los buenos, buenos.
Sobre las monedas: también las guardo en una bolsa, pero para utilizarlas en tarjetas de metro, cafés, botellines de agua y cosas así.
Saludos muy cordiales desde BCN.